Hay que defenderse

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La construcción de un cártel no comienza exactamente de cero. Hay una continuidad histórica entre lo que hoy es el Cártel de Juárez y las mafias policiales que proliferaron en los años ochenta y noventa en nuestro país, a raíz de la “velada” intervención militar y de inteligencia de Estados Unidos para combatir a las guerrillas urbanas de corte político comunista-socialista.

Durante el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) se sitúa un antecedente de la creación de los GAFES (Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales) cuando la CIA entrenó a un grupo de élite para combatir el narcotráfico en México. Los GAFES, hoy llamados Fuerzas Especiales, existen formalmente desde 1990 en nuestro país y se puede rastrear su presencia en lo que ha sido un proceso gradual de militarización por todo el territorio nacional. Oficialmente no se sabe quiénes ni cuántos miembros tiene este sector del Ejército Mexicano, ni cuánto se les paga.

Lo que está comprobado es que una parte, supuestamente disidente de este grupo militar, estableció nexos criminales con el Cártel del Golfo, encabezado por Osiel Cárdenas, formando un brazo armado narco-paramilitar de los más cruentos que se conocían en el país, llamado Los Zetas, a quienes se les reconoce como “aliados” del Cártel de Juárez.
Ahora recordemos a los generales Santiago Acosta Chaparro y Francisco Quiroz Hermosillo, quienes estuvieron participando directamente en la represión a las guerrillas urbanas y rurales, vinculados con la Brigada Blanca, que mediante la tortura, el asesinato y las desapariciones políticas llevó a cabo dicha empresa. En el 2001 fueron acusados de proteger al Cártel de Juárez, siendo el excapitán Gustavo Tarín, quien acusó a los generales de transportar en aeronaves militares a presos políticos y drogas durante el periodo de la guerra sucia en México.   El propio y temido policía al mando de la Dirección Federal de Seguridad, Miguel Nazar Haro, fue protegido por Estados Unidos en varios intentos por fincarle cargos criminales.

El fundador del Cártel de Juárez fue el expolicía Rafael Aguilar Guajardo, quien según el FBI, también formó parte de esta Brigada. Esta organización tiene como antecedentes a grupos paramilitares entrenados y tutelados por Estados Unidos para combatir la disidencia social, que luego nutrieron las filas de cárteles, que también originaron las mafias policiales desde los años ochenta, imbricándose la estructura del narcotráfico, con sectores principales del Ejército Mexicano, con los gobiernos mexicanos y además con poderosos y multimillonarios empresarios de la región.

Hay que notar que Estados Unidos es el país que consume el 40% de las drogas a nivel mundial, por lo que el tráfico de las mismas no podría ser de otra manera más que en grandes cantidades por la puerta grande y no por la ventana, como quieren hacernos creer. Es decir, el negocio de las drogas deja cantidades de dinero inimaginables e implica la participación en mercados internacionales que no podrían estar en manos de un capo vuelto leyenda, sino en manos de empresarios capitalistas, estos que desde hace décadas han virado sus capitales hacia el crimen a raíz de la crisis sistémica, llevando a su máxima expresión de violencia y deshumanización hasta hoy en día a los mercados de trata de personas, trasiego de drogas y tráfico de armas.

Detrás de los nuevos Estados Neoliberales, gobiernos dictatoriales, se puede hallar a las narco-burguesías; porque si bien no han cambiado las relaciones sociales de dominación–dominados, sí que han cambiado las burguesías. No hay que perder esto de vista, se han envilecido y están dando una respuesta histórica a todas las luchas obreras y populares del siglo pasado. Han dado un paso adelante en la dominación violenta y fincado sus bases en la militarización a través de grupos mercenarios y paramilitares.

Bien acertamos cuando decimos que en la desaparición de los 43 compañeros normalistas y el asesinato de tres más aquella noche fatídica del 26 de hace diez meses, estuvieron implicados el Ejército y la policía, cuando decimos que fue el Estado, pero también habrá que señalar y asumir que fue la narco-burguesía, que tiene un programa político para abatir las disidencias de todos los sectores que piensa explotar y está privatizando.

En este país la mentira es plato de todos los días; mentiras irrisorias y cínicas, absurdas, majaderas y sin embargo increíblemente peligrosas. El gobierno no combate el crimen organizado, porque ellos son el crimen organizado. No hay guerra contra las drogas, ni la hubo jamás, porque la venta ilegal de drogas es de los principales bastiones de la economía mundial. Sin embargo hay miles y miles de personas asesinadas y desaparecidas, como nunca antes, y dicen que “en algo andaban”. Existe un profundo dolor derramado en todas las familias de este aciago país, un agravio que no podrá resarcirse con nada más que con justicia social. No hay otra manera de parar la guerra que nos han declarado a los pueblos, más que con una revolución.

Ante las nuevas formas de dominación, sigue urgiendo un debate serio sobre nuevas estrategias de liberación. Hay que dejar de temerles, eso sí, a mercenarios, a sicarios, granaderos, narco-policías, narco-ejército, narco-políticos y narco-empresarios. Quizá no hay que dejar de temerles individualmente, sino construir un derrotero contra el miedo.

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Hay que defenderse.     El problema, es que todavía hay muchísima gente que no se siente aludida, que no alcanza a ver que los cambios que estamos presenciando serán en detrimento de los pocos grados de libertad con los que cuenta hoy por hoy si no se defiende ahora.

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