Las nuevas promesas

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Carlos Patrick Castrejón

Si, por decir lo menos, va lento el proyecto del presidente Enrique Peña Nieto para concretar crecimiento económico; generación de empleos bien remunerados y el bienestar prometidos; si al mismo cansino y desesperante ritmo avanzan la protección de los  derechos humanos; las garantías para el ejercicio de las libertades; la procuración de  la justicia y del estado pleno de derecho.

Y si no tenemos sino una realidad de fallidas promesas –que incluye además la amenaza de otra crisis de devaluación y endeudamiento; baja en el ingreso nacional y escaso margen de financiamiento para el desarrollo-, entonces ¿qué le queda  al  régimen y a los poderes fácticos para ganar tal credibilidad y confianza, como para que la sociedad les otorgue la nueva oportunidad de otros seis años de políticas ineficaces como las que hemos padecido hasta ahora?

Es claro que a la élite gobernante –que desde luego pretende perpetuarse en el poder- y a sus aliados, los poderes fácticos, les falta el contenido, los elementos irrefutables, con los cuales sustentar la nueva promesa que, en términos llanos, habría de formularse más o menos así: “ora si, me cai di a madres que ora si, vamos a gobernar chido para sacarlos de pobres a todos”.

Lo cierto es que al status quo mexicano, al stablishment –referencias setenteras de la juvenil rebeldía hippie al Estado, a toda autoridad y a todo monopolio- mucho no le interesa llenar de veracidad sus ofertas, ni ninguna de sus promesas, porque ha probado que le basta con desplegar una nueva campaña de lodo, odio, desprestigio, descalificaciones y exacerbación de miedos ficticios, para manipular en su beneficio, otra vez, la conciencia ciudadana.

Todo lo anterior viene a cuento por los hechos y las frases recientes que surgidas precisamente de esa élite que gobierna en primer plano pero también y sobre todo  tras bambalinas, no han hecho sino confirmar que desde ahora –a poco menos de tres  años de las nuevas elecciones presidenciales-, se prepara una estrategia para combatir y detener como sea, de nuevo, a Andrés Manuel López Obrador.

Las recientes reuniones de dirigentes empresariales, -que más bien representan a los no más de 300 acaudalados que concentran más de la mitad de la riqueza generada anualmente en el país-, para hallar al candidato independiente ideal y la infantil condena de un balbuceante Presidente Peña Nieto, en la ONU, a los nuevos populismos, no hicieron sino confirmar que el tabasqueño es el enemigo, su enemigo, a vencer.

Entre los nombres que se manejan para confrontar y detener al de Macuspana figuran el ahora gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, a quien apodan El Bronco; el ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente y el ex canciller y ex izquierdoso intelectual, Jorge Castañeda Gutman, ahora a las órdenes de la derecha.

Pero independientemente de nombres y personajes, lo que interesa saber es si la sociedad o más precisamente el electorado, se creerá de nuevo cosas tan absurdas como lo del “peligro para México” o promesas tan incumplidas como sobadas acerca del “bienestar para tu familia” o lo de “mover a México”, sobre todo a la luz del desencanto y la frustración que han provocado.

Interesa saber si la sociedad de nuevo se dejará convencer con despensas, televisores digitales, tarjetas departamentales pre-pagadas o los dos mil o tres mil pesos por su voto, para sufragar por otro que tampoco resolverá la desigual distribución de la riqueza; la escasa generación del empleo; el magro poder adquisitivo de los sueldos o la homologación del salario mínimo con el que ganan trabajadores de otras naciones y que es cinco o seis veces lo que se percibe aquí.

Interesa saber, en todo caso, si esta sociedad mexicana, tan asediada por la demagogia y el engaño, habrá de tomar al menos una vez su destino entre sus manos.

Acerca de Rubén Vázquez Pérez

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