Cabezas parlantes. Entre el primer mueble de televisión, las nuevas tecnologías y sus contenidos

Los nuevos contenidos un desafío al orden establecido
La apropiación de los medios de comunicación
Una paradoja del capitalismo salvaje

 

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En medio de la madrugada, entre el domingo y el lunes, luego de un feliz cumpleaños de bajo perfil, y después de una reunión editorial, dominical, -con paseo en bicicleta  por Reforma como contexto político– con mis colaboradores en un departamento de la calle de Nilo, me encuentro en la sala de casa frente al monitor, viviendo el fenómeno que quizá ya millones de personas están experimentando en este preciso momento; no importa la hora que sea en cualquier parte del mundo.

Estoy frente al monitor – como dije– de la computadora u ordenador, como quieran, revisando un sitio de tv en vivo por la red, me sorprende, me fascina. Mientras que a mis espaldas el monitor de la televisión (tradicional), permanece impasible emitiendo su frecuencia de onda, sin audio. Lo cancele para ver y escuchar con más atención lo que sucedía en la web.
Nací hace 52 años, por lo que soy parte de esa generación que creció frente a la pantalla en blanco y negro. También recuerdo cuando ví por primera vez un programa de televisión. El aparato había llegado a casa por parte de mi hermano Pepe, el “mayor” aunque la mayor en realidad es mi hermana Lucha.

Era una caja maravillosa, en sí, pues su mueble de madera era el mueble más deslumbrante que había en la casa. Una tarde de domingo sentado en la orilla de la cama, junto a mi padre, quien se había comprado una chamarra de cuero negro, todavía recuerdo como olía, la luz de la pantalla nos pegaba de lleno en el rostro atento de sus orgullosos televidentes, previas indicaciones de no mirar de cerca  el televisor, porque podías quedar ciego.

El hermoso mobjeto de madera ostentaba un logo, también extraordinario, por lo menos a mi me parecía, y es que era una águila con las alas desplegadas, planeando para aterrizar. Era la marca, “Majestic”, nombre  enigmático para un niño que rondaba por los seis años.

Audiencias colectivas, audiencia privada y ascenso social

Ese mueble no sólo significaba que seriamos propietarios de una televisión, si no que significaba la liberación de las sesiones comunales en la casa de una vecina que cobraba por entrar a ver la “tele”. Sesiones dominicales que si bien tenían su atractivo, -no solo ver la tele-, era punto de reunión obligado donde te encontrarías con tus amigos y esos seres tan extraños pero atractivos, que rebasaban por mucho mi edad: las mujeres; supongo que adolescentes y muy pocas niñas de mi edad, pues la audiencia siempre debatía sobre que programa poner, la discusión iba entre la concurrencia de varones y mujeres, unos querían ver Combate, mientras que ellas votaban aguerridamente por ver al doctor Kilder o Yesenia la “telenovela”. Así que según quien ganara la votación impondría la programación del día.

Las tardes de domingo era internarse en una casa ajena, que se convertía en el centro de la actividad de la cuadra, el olor del “pozole” y quesadillas, refrescos y otros antojitos, saturaban el lugar junto con sus consecuencias postpandriales.

De lo que si recuerdo es que ahí me inicie en el melodrama, una parte de mi formación,  por este hecho debería demandar a la televisora por los daños emocionales que me causó, porque lo que ví en el luminoso cuadro nunca tuvo una relación directa, ni por equivocación con la realidad que vivía día a día.

En mi educación sentimental también aprendí otras cosas: como saber que a través del televisor me enteraba de las noticias que sucedían en otra parte, del mundo fuera de mi calle, de mi colonia. Allá,  afuera, lejos de la intimidad de  “la cuadra” estaban sucediendo otras cosas.

Corridas de toros y El Chamizal

Regresando a la escena donde me encuentro a lado de mi padre, quien estaba interesado en ver una corrida de toros. de por si  violenta, también me enteraba por ese medio que los Estados Unidos de Norteamérica, en un gesto de amistad para con nuestro país regresaban parte del territorio ocupado ilegalmente. Regresarían “El Chamizal” porción de territorio fronterizo entre México y Estados Unidos: por supuesto con el tiempo y la edad  me di cuenta que el famoso “ Chamizal” no equivalía a las grandes extensiones  de territorio de los estados de California, Texas o Nuevo México que los estadounidenses ostentan como suyos.

Acerca de Carlos Bustamante Hernández

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