Cecilia

cecilia
“Museo de la soledad” Carlos Castán 2006

 

En su lápida se puede leer como epitafio, un par de líneas de su canción “Otoño”, la cual viene incluida en su segundo, y último álbum, grabado por mí hermana. A pesar de haber transcurrido ya 13 meses desde su muerte, en diversos momentos del día se la puede escuchar, tenue, pero nítido. Mi hermana…

Quizá fue hasta los 6 años que empezamos a mostrar tendencias completamente distintas: yo, estaba obsesionada con los números y los cálculos,  Cecilia con la música, con su guitarra —y pensar  que descubrió este mundo, por un error logístico de nuestra mamá: confundió el salón de danza con el de iniciación musical—; sin embargo, a pesar de la música y las matemáticas, hasta casi los 13 años de edad, todos los días, sin faltar uno solo, jugábamos a servirle té a nuestras dos muñecas-hijas y a nuestros papás: era un cuasi rito. También, hasta casi los 13 años, nos vestíamos con atuendos idénticos; mis padres incluso me compraron un ropón café con una gran cruz bordada, igual al que utilizaba Cecilia, cuando cantaba en el coro de la iglesia.

Me cuesta mucho determinar el momento preciso en que iniciaron las depresiones de Cecilia. De cualquier forma, es un hecho que a los 15 años ya iba a terapia con un psicólogo —quien no pudo resolver nada— y poco tiempo después, la atendía una psiquiatra que le recetaba medicamentos para calmar su ansia y conseguir dormir. El insomnio era el principal de los problemas de mi hermana. No obstante, por periodos medianamente prolongados de tiempo, éramos felices; lo intentábamos. Es posible darle un valor más alto a los momentos de alegría, cuando están rodeados de momentos amargos. Uno va aprendiendo a construir “pólders” para ganarle terreno al mar de la tristeza. Así es que, en la medida de lo posible, procurábamos llevar una vida, lo más normal posible.

Recuerdo con toda claridad esa familiar y multitudinaria fiesta de navidad celebrada en nuestra casa. Mi tía Agnes —en ese momento, divorciada por tercera vez— le pidió a Cecilia interpretar una de “esas canciones que componía” a fin de que, Julián, su novio, la escuchara. Para sorpresa de todos, mi hermana subió por una de sus guitarras y ejecutó una versión larga de su canción “Satélite rosa”— posteriormente incluida en su primer álbum—. Pocos días después, Julián se presentó en nuestra casa con un contrato de exclusividad para que Cecilia grabara 3 álbumes con la casa disquera Wishes. A la edad de 20 años cumplidos, salió al mercado, el primer disco de mi hermana, constituido por 9 canciones de una duración total de 27 minutos, del cual se lograron vender un poco menos de 1000 copias. Las presentaciones para promocionar el disco se convirtieron en todo un reto para mi hermana, pues era muy feliz de tocar y cantar sus canciones, pero le era sencillamente imposible interactuar con el público. Algo similar le sucedía con las personas que la intentaban entrevistar. Sin embargo, el álbum recibió buenas críticas.

El moderado fracaso del primer álbum no provocó sentimientos negativos en Cecilia, de hecho, para preparar y grabar su segundo disco, se fue de la casa, de la ciudad y del país; se estableció en la ciudad de Londres durante algo más que un año. Quería ser independiente y no recibir más ayuda económica de nuestros papás. En este periodo de su vida se hizo amante de la obra del poeta Yeats, de quien me hablaba seguido en nuestras comunicaciones. Sin duda, la obra de este poeta, —junto a la de Xavier Villaurrutia— fue de gran influencia en mi hermana.

La recepción del segundo álbum de Cecilia fue positiva por parte de los críticos y negativa por parte del público. La creciente carencia de medios económicos, obligó a mi hermana a regresar a casa. En realidad esta parte nos hacía muy felices, a mis papás y, a mí misma: la queríamos cerca, con nosotros. Una mañana, después de llamarla varias veces para el desayuno, mi mamá encontró en su cuarto a mi hermana Cecilia muerta. La causa médica fue una sobredosis de pastillas para dormir. La policía sostiene que se trata de un suicidio. Ninguno de nosotros lo cree así.

Quizá una de las cosas que más nos afecta ahora, es cuando algún artista o creador manifiesta, que las canciones de mi hermana constituyen una importante influencia en su vida. Desde su muerte, todos los días llegan a nuestra casa arreglos florales, enviados por algún admirador, o seguidor, de las canciones de Cecilia. Cuando veo las hojas o los pétalos caer, pienso en “Otoño”, canción incluida en el segundo álbum de mi hermana…

Caída en otoño

No me puedo levantar

…y no puedo dejar de llorar.

Ciudad de México, agosto de 2016.

Acerca de Daniel Antonio

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