La UNAM, tierra de nadie… y, ¿dónde está Rectoría?

 

“Cuando la UNAM habla, tiembla la Nación”

Justo Sierra

 

  E  n la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), después de la huelga de 1999, no ha habido más paros extendidos pero, durante los últimos seis años, en Ciudad Universitaria y en planteles externos a dicho campus, se han vivido tiempos convulsos, caóticos, y pareciera que no están cerca de cesar.

 

 

En 2013, debido a la falta de control en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Naucalpan, se desató la violencia en el plantel, trayendo consigo la expulsión de cinco estudiantes, que concluyó con la toma de Rectoría. 2014 fue un año muy complejo para la autonomía universitaria debido a que un agente de la PGJDF, junto con dos peritos, violando por completo la seguridad universitaria, disparó a dos alumnos. Durante ese año, el gobierno federal comenzó la cacería de alumnos de la UNAM por participar en marchas en las que se exigía justicia por los acontecimientos de Ayotzinapa y, utilizando todos los mecanismos jurídicos y de infiltrados, desató una serie de detenciones entre las que destacan las de Sandino Bucio, Hillary González, Tania Damián y Hugo Bautista, entre otros.

 

 

En 2015 el índice de acosos a mujeres aumentó de manera peligrosa, sin que hubiese una respuesta contundente por parte de Rectoría, y todo quedó en campañas de simulación que, lejos de atajar el problema, mandan el mensaje de que no pasa nada. 2016 fue el inicio de una batalla de las autoridades con alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), al comenzar la disputa del Auditorio “Justo Sierra”, situación que enrareció el ambiente del primer cuadro de la Ciudad Universitaria. En febrero de ese año fue detenido, frente a la Facultad de Psicología, un narcomenudista llamado Jorge Emilio, alias “El Yorch”. Tras su arresto, un grupo de anarquistas colocó durante la madrugada barricadas, incendió una patrulla de “Auxilio UNAM” y arrojó bombas molotov contra oficinas universitarias.

 

 

En 2017, el cadáver de un supuesto estudiante fue encontrado junto a la FFyL. El fallecido fue identificado como Víctor Manuel, de 19 años. Sin embargo, la Máxima Casa de Estudios señaló que tenía 18 años y que era estudiante de la Facultad de Odontología. Versiones de otros alumnos, que fueron testigos de los hechos, señalan que el joven llegó el lunes poco después de las 22:30 y quiso entrar por la fuerza a las oficinas de la FFyL, lo que provocó que discutiera con otras personas que estaban en ese lugar. Más adelante surgió el caso de Lesvy, joven cuyo cuerpo fue hallado al interior de Ciudad Universitaria. La versión oficial de las autoridades capitalinas consistió en aseverar que la joven de apenas 22 años supuestamente se había suicidado con el cable de una caseta telefónica frente a su novio. En un primer momento, la pareja de Lesvy fue acusada de homicidio; sin embargo, en abril de 2018, el caso fue reclasificado como feminicidio. Las autoridades aseguran que la muerte de Lesvy se registró alrededor de las 4:15 hrs.,  luego de que la joven tuviera una fuerte discusión con su novio, quien según información de los videos captados por cámaras de seguridad del campus, la golpeó con una cadena.

 

 

Otro caso sucedió días después. Un cuerpo fue encontrado en las instalaciones de la Coordinación de Investigación Científica, ubicada en la zona conocida como La Cantera. Se desconoce sí el cuerpo pertenecía a algún integrante de la plantilla estudiantil o laboral de la universidad, aunque los peritos determinaron que el cadáver tenía poco más de un mes en el lugar. Ese mismo año, después del sismo del 19 de septiembre, el Estadio Olímpico Universitario se convirtió en centro de acopio, mismo que fue víctima, según la Rectoría, de un grupo de personas que tomó el control del lugar la noche del martes 26 de septiembre. Se argumentó falta de transparencia en la recolección, aunque la realidad fue que se trató de un robo de víveres donados por la sociedad y orquestado por las autoridades.

 

 

El año en curso, 2018, comenzó a todo vapor con una balacera en el Frontón Universitario. Según información de las autoridades capitalinas, los involucrados fueron integrantes de las células de narcomenudeo. Aunque en un primer momento se dijo que en el campus tenían presencia integrantes del Cártel de Tláhuac, la Procuraduría capitalina aseguró que los hechos no tenían relación alguna entre sí y que se trató de una riña entre grupos de narcomenudeo que operan en la zona. La trifulca dejó un saldo de dos personas muertas y evidenció la crisis de seguridad al interior de las instalaciones universitarias.

 

 

Meses más tarde sucedió el caso de Amelia, de 22 años y estudiante de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, quien fue asaltada y violada en los alrededores de la escuela. La joven fue abusada por el sujeto reconocido como “José Luis”, de 40 años, quien el pasado 25 de agosto fue puesto a disposición de las autoridades del Estado de México.

 

 

El caso más grave en lo que va del año es el de Miranda Mendoza Flores, de 18 años de edad y estudiante del CCH Oriente, quien fue secuestrada y asesinada después de que salió del plantel. Miranda fue vista por última vez el pasado lunes 20 de agosto tras salir de la escuela, ubicada en Prolongación Periférico Oriente, colonia Agrícola Oriental, en Iztapalapa, y su cuerpo fue encontrado calcinado un día después en el municipio de Cocotitlán.

 

 

Para completar este recuento funesto de pasajes de terror por el que atraviesa nuestra Máxima Casa de Estudios, el 3 de septiembre aparecieron los “porros” tras una marcha de alumnos del CCH Azcapotzalco que exigían no más violencia al interior del plantel y la renuncia de la directora por su postura coercitiva frente a los espacios de expresión. De manera intempestiva aparecieron tres grupos porriles para disolver la protesta, dejando como resultado 10 lesionados y 3 heridos de gravedad.

 

 

Cualquiera podría entender estos hechos como situaciones aisladas, pero la realidad es que todo lo narrado demuestra la incapacidad de la Rectoría para garantizar la seguridad de la vida académica de la universidad más importante de México, Latinoamérica y el Caribe.

 

 

La opacidad en la gestión de Enrique Graue es alarmante; su obscuro y ominoso proceder está a la altura de rectores como Alfonso Pruneda, Luis Chico Goerne y Rodulfo Brito Foucher, creadores y promotores de grupos como “Los Gorilas”, “Los Pistoleros de Rectoría” y “Los Pistolos”.

 

 

Graue es el heredero de los grupos que alimentaron y promovieron Francisco Barnés de Castro, Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles. Ahí está su “3 de Marzo”, su “FEU”, su “Alianza Universitaria”, su “FEN” y sus 39 grupos porriles más, además de sus “anarquistas”, que existen en diversos planteles de la UNAM, siendo éstos el poder extorsionador que dispensa favores al capricho de la Rectoría, generando una permanente complicidad. Y el vínculo institucional con estos grupos es el nunca bien ponderado Teófilo Licona, mejor conocido como “El Cobra”, individuo que aglutinaba hasta hace una semana el mando total de la seguridad de la UNAM.

 

 

Qué distantes están los tiempos de Guillermo Soberón, Pablo González Casanova, Antonio Caso y José Vasconcelos, y qué tristeza que los vientos en territorios auriazules no sean halagüeños. Basta de simulaciones, basta de campañas estériles, basta ser el botín cada seis años. Es momento de que nuestra UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO hable a su espíritu, por lo que su raza ha soportado y emprenda una lucha sin cuartel contra su verdadero y único enemigo: la ignorancia.

Acerca de Luis Enrique González Castro

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