La unión

Mara se estremeció cuando sintió el miembro erecto de Bruno entre los muslos. Su pensamiento voló más allá de toda frontera real. Imaginó su propia vida y también su propia muerte. Cuando Bruno se retiró, ella pareció despertar de un profundo letargo, aturdida sólo pensó en el narcótico del deseo. Inclinada, buscó nuevas caricias a través de la geografía cálida de su compañero. Buscó con la lengua cada pliegue, cada recodo y cada sendero de ese cuerpo tan amado. El esperó sin moverse, dentro del pensamiento de la primera mujer que nació del calcio de sus costillas. Bruno despertó. La poseyó nuevamente ajustándose a sus movimientos rítmicos, sometiéndola en una crisis atemporal. Mara volvió a soñar. De entre sus múltiples visiones, brotó un río, un largo y sinuoso río ocupado por aguas rojas, aguas profundas que terminaban en el interior de su cuerpo. Se estremeció cuando él la mordió en el cuello, durante el clímax del segundo orgasmo, y lenta, muy lentamente, lamió la sangre tibia que manaba de la herida, hinchada de burbujas brillantes, casi espesa al final.

Captura de pantalla 2016-07-31 a la(s) 19.41.38
LAVARONA

Coatzacoalcos Veracruz 8 de septiembre de 1979 

Acerca de José González Gálvez

Léa también

INSTANTE

  U  n instante de placer ante los últimos estertores del atardecer que se desangra …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *