Lydia

  A   Lydia le ponía de pésimo humor que los videos de música alternativa se mezclaran con los de música pop. Intolerable ver en un mismo segmento a Sonic Youth y The Soup Dragons con MC Hammer y Paula Abdul. Otra buena razón para matarse, para largarse de este mundo: ese maldito canal de videos musicales. De cualquier forma este mundo se acabaría en cuanto llegara el año 2000. Eso decían en la televisión. Así quería creerlo ella. Aunque, vivir un poco más de 9 años es demasiado tiempo. Sí, vivir 9 años más entre los vivos, así, era demasiado. Y es que el mundo que Lydia concebía como ideal era el gótico, aquel donde reina la oscuridad, donde se vive bajo constante terror, donde las casas están en ruinas o cuando menos inmersas en sensación de misterio constante y con sótanos oscuros. Por eso, cuando descubrió que su casa estaba encantada y poseída por fantasmas, era la más feliz, tanto que a pesar de la blancura de su piel, cubría su cara, cuello y manos con maquillaje del tono Pureza Blanca 100.
Sin duda alguna, Bárbara y Adam habían sufrido bastante recién fallecieron. Eran los peores para espantar. No lograban comprender del todo el Manual para los recientemente muertos. “Vivieron” unos cuantos meses de auténtico terror. Pasados 2 años después del choque —en el cual murieron de forma instantánea— se les veía contentos todo el tiempo, de la mano, cantando, leyendo poemas de la Dickinson bajo el Ciprés. Bárbara y Adam eran la peor pareja de fantasmas de la historia. De qué otra forma se puede explicar que hayan forjado una amistad tan sólida con las personas vivas que ocupaban su casa. Decepcionaban profundamente a Lydia, quien anhelaba por lo menos verlos pelear con sus padres, por la razón que fuera.
Este aburrido y nada gótico estado de paz y corrección impulsó a Lydia a fabricar y poner en práctica infinidad de planes.
A lo largo de 10 semanas, construyó una versión alterada del Manual para los recientemente muertos que no logró engañar ni siquiera a Adam.
Siguió a Delia, su madre, durante semanas enteras a fin de conseguir evidencias fotográficas que dieran cuenta de sus infidelidades para mostrárselas a su padre; sin embargo, causó menos impacto dar a conocer que el amante de su madre no era Otto —el decorador— sino la asistente de este, Ana.
Estudió el funcionamiento de los circuitos en serie y en paralelo para causar un corto que sumiera en la penumbra permanente su casa, solo para observar como la nueva instalación eléctrica iluminaba de acuerdo a las necesidades impuestas por la luz natural.
Durante las siestas vespertinas de su padre le leía, casi a susurros, en el oído izquierdo Los misterios de Udolfo, pero desistió de continuar cuando este les comunicó su nueva gran idea: escribir una novela de espantos, de 26 capítulos, que serían entregados a los lectores de forma quincenal, “para aumentar su ansiedad”. Delia dijo: genial idea, trabajemos en el diseño de la imagen, Otto.
Mediante un amasijo de cables y conexiones, logró grabar en un casette música de la bandas The Cure, Bauhaus y Corpus Delicti a fin de que Bárbara —la fantasma que no asustaba— se deprimiera; Lydia sintió la derrota total cuando la observó bailando y cantando la canción “A strage day”.
La vida gótica no era posible, ni si quiera viviendo en una casa poseída por fantasmas. La única alternativa era abandonar este mundo, unirse a Bárbara y Adam, convencerlos de aterrorizar a los vivos. Desafortunadamente el Manual para los recientemente muertos no mencionaba en ningún punto los mecanismos para adaptarse a la muerte si esta era auto-inducida. Lydia pensó en calcinarse viva para que los gritos asustaran a sus padres, después pensó en ahorcarse para poder patear el cedro, hasta que finalmente decidió decir tres veces la palabra, pediría una vez más la ayuda de Betlejuice.

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Ilustración/ James Parce

Ciudad de México, noviembre de 2017.

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