Una entrevista pública con Rosina Conde

Alejandro Velasquez

“La vida está llena de cosas tristes, pero también de cosas alegres, de cosas gozosas”.

Poco antes de las diecinueve horas (del jueves 12 de marzo) llegó Rosina Conde al Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia; una blusa blanca con listones morados y estampados de flores —que daba la impresión de formar parte de alguna de las tantas vestimentas regionales que hay en México— la cubría de los hombros a las rodillas; usaba una falda del mismo color; unos converse decorados con lentejuelas plateadas complementaban el atuendo. La poetisa comenzó con el ritual de los saludos: su acento bajacaliforniano demostraba que no ha perdido su voz de origen cachanilla; risueña, juguetona, de expresión y lenguaje ameno; de trato fácil; así es Rosina Conde, ganadora de múltiples premios, en los que se destacan el Premio Nacional de Literatura “Carlos Monsiváis”, el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” y el Premio Creadora Emérita de Baja California.

Rosina posee un nombre poco usual, un nombre que tiene como pariente más cercano a Rocinante, el caballo de Don Quijote; un nombre que arranca sonrisas, que relaciona conceptos como alegría y fuerza. Dueña de una prosa dinámica. En su narración se hallan temas tan paradójicos como el amor o la ilusión; la felicidad como algo tangible pero transitorio, efímero; los sueños abortados que han encontrado refugio en el recuerdo; el día a día como voz de este mundo que cambia a cada paso que damos; los objetos como fuente de inspiración para ofrecernos respuestas:

“(…) Nudo. Fin de vuelta. Inviertes tu tejido y empiezas de nuevo. Ahora, sólo puntos al revés para formar el arroz y las cadenas. Arroz y cadenas, arroz y cadenas. ¿Acaso no se parece tu tejido a la vida de tu madre? Todo está conformado por arroz y cadenas; puntos al derecho, puntos al revés, bastas, nudos… Arroz cuando se casara; cadenas en su matrimonio; nudos en la garganta.” (Arrieras somos…, Arroz y Cadenas)

La presentación de Poesía Reunida, el último de sus poemarios, duró alrededor de una hora, dando paso a las interrogantes del público…

La audiencia hace mutis. CRONOPIO le hace saber que tiene una serie de preguntas para ella; comenzamos con la siguiente:

-Hace unos días el gobernador actual de Baja California (Francisco Vega de Lamadrid), soltó una declaración refiriéndose de esta forma hacia las mujeres: “están rebuenas todas para cuidar a los niños, para atender la casa, para cuando llega uno, y a ver mijito las pantuflas (La Jornada, 11 de marzo del 2015). ¿Qué crees que nos haga falta como sociedad, como conjunto binario que somos, para estar en armonía con el empoderamiento de la mujer? (Dice alguien: “colgar al gobernador”. La sala se llena de risas.)

-No es el gobernador nada más; es todo el aparato social de Baja California. A pesar de todas las desventajas que teníamos (las mujeres) en los (años) sesenta y setenta, ahorita las mujeres tienen menos derechos todavía que los que teníamos nosotras en esa época. Ahora ya ni siquiera se puede abortar en caso de violación, por ejemplo… (Ahora) para que una chava pueda demandar a su marido por violencia intrafamiliar, tiene que ser después de la tercera madriza que te pongas que haya causado una incapacidad de más de quince días (…) entonces, para cuando lo puedes demandar ya te mató. Llegas a levantar el acta y te responden “ay señora para que lo hace enojar” “¿pues qué le harías?” Aunque lleves marcas en cuello, si no estuviste hospitalizada 15 días, no procede. Hay más muertas por violencia intrafamiliar que asaltos en la calle. Los derechos de las mujeres en Baja California son cada vez menos legalmente hablando.

– Cuando más se habla de feminismo, de democracia, o de todas las cosas, es cuando menos existen, y por la experiencia reunida, pareciera ser que el primer obstáculo para llegar al empoderamiento de la mujer, es la mujer misma.

– ¡No, eso es un cliché! Eso es algo que nos quieren hacer creer (…) como sociedad somos una sociedad machista; y la sociedad está compuesta por hombres y mujeres, y el feminismo es una constitución biológica; no porqué naces mujer, naces siendo feminista. Cuando se habla de feminismo, no quiere decir que el feminismo no sea necesario; los derechos de las mujeres es una lucha de las mujeres; pero también es una lucha de los hombres; el problema es que los hombres creen que es una lucha exclusiva de las mujeres; de nada sirve que yo luche y todo, mientras los hombres no se la crean, no se la traguen y no se vuelvan cómplices nuestros, ¿no?

Un regreso a la poesía, pide uno de sus espectadores; pregunta sobre sus influencias poéticas:

-Para empezar, todos los poetas de mi generación; todos los que fueron mis compañeros en la facultad, que fueron con quienes que yo crecí, con quienes me formé (…) En cuanto a mis influencias literarias, ya hablando de mi escritura, uno de los grandes poetas que influyó mucho en mí, tanto en ritmo, en imágenes y todo fue García Lorca, aunque no se note en mi poesía; y paradójicamente para muchos —porque yo no soy religiosa, yo soy atea— todos los poetas místicos de la edad media y del renacimiento son grandes influencias en mi literatura. Tuve una época muy cursi en que me soplé todo Amado Nervo, Rubén Darío y todos esos poetas románticos, que no se nota la influencia porque no escribo como ellos, pero sí porque les di la vuelta a sus textos como éste de Tuércele el Cuello al Cisne (de Enrique González Martínez) o como el cuento de Sonatina de Rubén Darío, que yo también tengo un cuento que se llama Sonatina y es una manera de darle la vuelta al cuento de Rubén Darío. Hay muchas influencias ahí que no se notan o no se perciben porque no sigo sus estilos, pero están ahí porque están revertidos, están respondidos hasta cierto punto también.

Le recuerdan que no ha nombrado a ninguna poetisa o escritora:

-¡Ay…! Muchísimas. A mí siempre que me preguntan cómo quién te gustaría escribir, yo siempre digo: Inés Arredondo y Clarice Lispector; y digo también Anaïs Nin y Sylvia Plath; son mis cuatro grandes influencias femeninas, además de Rosario Castellanos, María Luisa Puga y muchas mujeres más.

El micrófono está con CRONOPIO:

-Leyendo un poquito sobre ti en tu página de internet, hay una anécdota en la cual se afirma que te escondías de tu padre para poder estudiar otras cosas (como dibujo, repostería y corte y confección…) ¿Es cierta?

-Sí, sí, sí… Mi papá nos educó a todas nosotras para ser comerciantes, entonces no quería que estudiáramos carreras universitarias, ni quería que estudiáramos nada que tuviera que ver con un ama de casa. Mi papá decía que sus hijas no iban a ser sirvientas de nadie; y al decir sirvientas se refería también como esposas. Yo estudié alta repostería, cocina, corte y confección; estudié muchas cosas que mi papá no quería. Yo tuve que estudiar comercio, nunca lo pongo en mi currículum, pero yo estudie comercio (risas en la sala), porque mi papá nos hizo estudiar comercio.

-En la reseña de lo que iba a ser esta presentación del libro, haces referencia a los contextos político, económico y social envueltos en una congruencia histórica, los cuales desarrollan tus personajes, pero da la sensación que el escritor contemporáneo mexicano prescinde de todo lo anterior. En México han surgido movimientos importantes como en el 68 o en el 71, y si uno se remite, incluso a los escritores de aquellas épocas, da la sensación de que tienen una postura muy ligera con respecto a esos sucesos históricos.

-¡No, para nada! Los escritores de esa época escribieron textos políticos muy fuertes. Está toda la literatura de José Revueltas, de Juan de la Cabada, de los escritores que estuvieron en el movimiento del 68. Probablemente los escritores jóvenes de ahorita no se remitan a esos contextos porque no forman parte de su historia, porque no forman parte de su realidad inmediata. Pero el hecho de que los escritores jóvenes no escriban sobre esas épocas, no quiere decir que en su momento no se haya trabajado con esos temas. En los sesenta y en los setenta hubo escritores muy importantes que trabajaron temas fuertes tanto en dramaturgia como en narrativa y en poesía también : Víctor Hugo Rascón Banda, José de la Colina, Rosario Castellanos, María Luisa Puga. El gran problema de las editoriales mexicanas es que no siguen reeditando esa literatura. Entonces los jóvenes ya no tienen acceso a esos textos; es muy difícil conseguirlos. ¿Ahorita dónde encuentras un libro de Sergio Magaña? ¡Dónde! ¿Quién conoce ahorita de las generaciones contemporáneas a Sergio Magaña? Y Sergio Magaña tiene textos terribles sobre la violencia contra la mujer. El mismo Edmundo Valadés; incluso la Revista el Cuento de Edmundo Valadés, que sacó muchos textos que estaban narrando y contextuando a sus personajes dentro de los acontecimientos sociales de los sesenta y setenta.

– Hay un título de toda tu obra que me gusta mucho: Arrieras somos… ¿De dónde viene?

-Viene de darle la vuelta al dicho. El libro es una colección de cuentos en donde son puros personajes femeninos. Todos los textos surgen a partir de una actividad tradicionalmente considerada femenina, entonces todos son parte del tejido, o del bordado, o de la costura, o de la cocina, buscarse los aretes… Es una manera de darle vuelta al dicho masculino.

-Por último: ¿por cuál de todas tus obras sientes más afecto?

– No sé. Yo soy muy quisquillosa y muy meticulosa con mis textos. Yo me puedo pasar ocho años con un cuento, o sea, nunca he tenido prisa por publicar. Por ejemplo, Como cashora al sol, me pase 15 años. Luis Zapata, que fue otro de los escritores de mi generación, que tuvo mucha influencia en mí, ese libro de Arrieras somos…, casi, casi él fue el que lo metió en el sobre y lo mandó al concurso del “Gilberto Owen”; yo no soy muy afecta a mandar cosas a los concursos. El cuento Sonatina me pasé ocho años trabajando con él; por eso cuando me dicen “oye, pues tus textos son autobiográficos”, ¡pos cómo carajos no van a ser autobiográficos si he dormido y he soñado y he comido con él durante ocho, quince o cuatro años! (…) entonces es muy difícil decir éste me gusta más que éste, porque son textos con los que he convivido por muchos años. Yo soy de las que para publicar un cuento o un poema, es porque ya lo leí 100 veces. Si a la decima, o a la quinta, o a la vigésima vez me aburrió… lo rompo; tiene que pasar la prueba de fuego; si me aburre a mí, pues le va a aburrir a los demás; eso es lo que yo creo. Convivo con los textos cotidianamente; y creo que por eso también no me gusta terminarlos, porque mientras los estás creando, estás conviviendo con ellos, es algo que está muy vivo en tu mente.

Rosina dio las gracias a todos los presentes. Ellos le respondieron con aplausos. Algunas voces pedían que cantara algo de blues antes de partir, ella reía; otras sugerían ir por unas cervezas para seguir con la charla, ella sonreía. Se tomó el tiempo necesario para dedicar algunos libros. Los abrazos se apoderaban de su cuerpo, las felicitaciones abundaban a su alrededor.

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