Donde termina el cielo

CaamanÞo periferico
Eduardo Caamaño

 

 

  • Exposición co-individual, Fundación Sebastián

Eduardo Caamaño aparece bajo el rayo del sol en uno de los tantos pasajes de la colonia Modelo. Nos recibe. Un par de cristales oscuros ocultan sus ojos, la mano pasa sobre una frente amplia y la descansa en una barba crecida de días, camina a paso lento y aún con ello está en su estudio en un tiempo, en una zancada.

 Eduardo Caamaño es un artista plástico egresado del Centro Internacional de Estudiantes en la isla Palma de Mallorca, España, discípulo del maestro Joan Vich. Camaaño ha mostrado su obra en dieciséis exposiciones colectivas y cuatro individuales, la mayoría en España.
Un verde limón contrasta con el rojo fuego del piso, sobre él una pequeña estancia acompañada de escaleras y dos sofás. En un incandescente mediodía comienza la charla.

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Eduardo Caamaño

–Arte, cultura y la tendencia de utilizar dos conceptos como sinónimos… ¿habrá diferencia, Eduardo? ¿Cuál crees que sea?
Eduardo toma asiento, analiza. Sus ojos se desnudan y enviste:
–La cultura embarca todo, como el crecimiento de la sociedad; y el arte es a lo que nos dedicamos cada uno individualmente, una expresión del individuo, y sin la cultura no es

posible entender ni comprender esto.    Yo creo que el arte en la sociedad es elitista porque se tiene que tener conocimiento, entonces, si una sociedad está culturalmente avanzada pues crece el arte con ella, es una retroalimentación.

Alejandro Velasquez, el que escribe, se asoma de entre cuadros y bocetos como si ya formara parte de ello, y retoma el punto:
–¿Podríamos decir que el arte es una herramienta para la expresión de ciertos rasgos de la cultura?
Caamaño responde sin dudar:
–Es que hay muchas ramificaciones, la sublimación de una expresión es otra dimensión… muchas veces la sociedad no está preparada para ello, otras veces la sociedad permeabiliza la posibilidad de que se abran y crezcan los artistas… –el pintor muestra una ligera sonrisa, cruza el pie izquierdo sobre su pierna derecha cubierta por el beige de sus calzas.
–Donde termina el cielo, una muestra que integra cuatro disciplinas: pintura, escultura, fotografía y música; los espacios en la Ciudad de México y la carencia de los mismos,

historias detrás de cada transformación urbana, ubicados en tres etapas acompañadas de una vibrante guitarra eléctrica, ¿cómo nace este proyecto, Eduardo?
–Casi por casualidad, estuve hablando con un chico, el músico (Héctor Murrieta), le comenté de mi proyecto, que era hablar de México, que me encantó la posibilidad de realizar dibujos urbanos… Este chico también hace videos acerca del movimiento urbano que hay de la megalópolis. Después vi el trabajo de Eduardo Romo y me dije: “esto quedaría excelente”; hablé con él, se sumó al proyecto y me dio la posibilidad de conocer a Miguel Morales (fotógrafo).
Eduardo se levanta, busca entre libros y hojas, detrás de un vaso con agua mueve todo. Lo que busca está a la orilla de la pequeña mesa negra central: una cajetilla de cigarros sin filtro, sólo queda uno, lo lleva a su boca y enciende.
–Un verdadero artista, José Clemente Orozco decía que “Los artistas no tienen ni han tenido nunca convicciones políticas de ninguna especie, y los que creen tenerlas no son artistas”, pero tú, Eduardo, eres nieto de exiliados españoles y Miguel tiene un trabajo llamado Hay muertos que sí hacen ruido, entonces uno supondría que sus afinidades políticas fueron un factor más para unirlos.
El cigarrillo va y viene, la fumarola surge de los delgados labios, Eduardo toma una bocanada de aire puro combinado con barnices, óleos y disolventes, le falta un whisky, anuncia la respuesta:
–A diferencia de Orozco, creo que el ser humano ya de por sí debe de tener una tendencia, no diría religiosa pero sí hacia algo, algún tipo de misticismo; ya sea creer en su trabajo, en las plantas o en Dios, eso ya depende de cada uno, eso y que cada vez las personas nos estamos relacionando más, es decir, somos animales políticos.

Miguel Morales es egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematógrafos de la Universidad Nacional Autónoma de México, ha mostrado su trabajo en más de diecisiete exposiciones colectivas e individuales en distintas ciudades de México y el extranjero. El fotógrafo está frente al pintor, sentado y, con celular en mano, Morales interviene en la charla:
–Es imposible deslindarse de la política. Lo que yo planteo en mis fotos, al menos en esta ciudad, es que hay una devastación urbana y una falta de calidad de vida, que mucho es producto de un sistema que ya vimos no está funcionando.
El cigarro de Caamaño pasa de la boca a la mano en un solo movimiento, las cejas pobladas se contraen un poco y se relajan al soltar la nube negra.
–En ese caso yo creo que soy de derechas, lo que pasa es que el mundo actual se ha vuelto tan de derechas que a mí me dicen rojo, izquierdista –comenta Eduardo, ríe, inclina el cuerpo hacia la mesa, estira el brazo derecho, el dedo índice golpea ligeramente el cigarrillo, la ceniza yace en una lata de leche evaporada–. Yo creo que al final, y esto hay que agarrarlo con pinzas porque no estoy muy seguro de eso, al final el problema real en la sociedad es la corrupción, la corrupción es lo que enferma, no puede haber avance.

Miguel parece levantarse del pequeño sofá cuando se echa hacia atrás de nuevo, acomoda el cuerpo, reposa su mano izquierda en el descanso del asiento, en poco segundos pierde de nuevo esa postura y dice:
–Yo creo que la historia moderna de México es la historia de la corrupción, de la injusticia y del abuso.
Eduardo se inmuta, gira el cuerpo hacía su compañero, levanta el brazo a la altura del pecho, como pidiendo la palabra:
–Bueno yo no estoy hablando en concreto de México, sino en general del desaliento, hablo más bien por España, y la decepción de la sociedad acerca de los políticos yo creo que es en general, es decir, yo creo que la sociedad civil va por delante de las instituciones cosa que no tendría que ser, y las instituciones deberían darse cuenta de eso.
–Los antecedentes que acompañan a México en el sentido de corrupción son históricos, pero también está presente la lucha social y el sentido artístico con David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, José Clemente Orozco, se esperaría que algo de ellos esté presente en esta exposición y en sus obras, lo mismo se pensaría de José María Velasco…
–Yo intento pintar, absorbo todo lo que veo, y esta gente ya son clásicos, son los más grandes maestros, entonces he absorbido tanto de la cultura de España como de la de México, pero no hay que olvidar que vivimos en un mundo y que la publicidad también nos bombardea, entonces (hay que ver) de qué forma lo puedo absorber y a través del oficio cómo puedo llevarlo a cabo.

CaamanŞo caballito

Miguel asienta con la cabeza, complementa, se miran y saben cuál es el objetivo, qué hacer y cómo proyectarlo, los ideales son los mismos:
–Uno es producto de todo lo que ve, de todo lo que escucha y de lo que percibe, no sólo a nivel de manifestaciones artísticas, en el caso de esta exposición lo que da el punto de partida es la ciudad en sí, poder subirme a un helicóptero y ver un punto de vista que normalmente no se puede admirar; y al mismo tiempo trato de mostrar, a diferencia de Velasco, la depredación nacional de las áreas verdes, una urbanización que siempre fue sin planear y que fue casi basada en el tema de corrupción.
Caamaño analiza y comprende que “es lo que nos ha tocado vivir”, que hay que avanzar y adaptarse a las nuevas tecnologías, a lo que surge en todo momento. Su posición se mantiene, no ha cambiado, el pie izquierdo sigue justo donde inició, en la pierna derecha, las manos van de aquí allá como por instinto propio, como si conservara entre los dedos un pincel preparado para la próxima pintura:
–Yo creo que lo que hace avanzar al mundo es la ciencia y el arte. Las sociedades, entonces, a veces no estamos totalmente preparados para todos estos cambios. Creo que la codicia humana siempre ha existido, la diferencia es que en el mundo actual la sociedad civil ha crecido de tal forma que ya no se deja tomar tan fácil el pelo; somos conscientes de lo que está pasando y de alguna forma nos queremos rebelar en contra de ello… Siempre ha sido así, la diferencia es que antes levantaban el dedo y nadie protestaba, ahora tal como se ha conformado la sociedad, sí hay posibilidad de protestar; se crean fanatismos en esto o se crean dictaduras, pero a la sociedad civil ya no se le puede manejar como corderos… yo creo que en ese sentido hemos salido adelante.
–Si bien es cierto que en los últimos años la sociedad en general ha tomado mayor conciencia de distintos ámbitos (políticos, educacionales, entre otros), también es cierto que todavía hay apatía dentro de esas sociedades. ¿Qué opinas, Eduardo?
–Es que el mundo moderno nos da satisfacciones para tener una vida cómoda, ahora tenemos la opción de tener muchas cosas pero nos volvemos esclavos de ello, una sociedad mejor equivale a sacrificar muchas cosas.
–¿Ustedes buscan, mediante este trabajo, llegar a las personas que aún siguen en esa apatía?CaamanŞo Edif Ermita

Eduardo cavila:
–No, no sé si exactamente…
Miguel estira su columna, la relaja al momento siguiente, toma aire y formula:
–Para mí la tesis de los dos dípticos de dieciocho fotos es que la industria de la vivienda tenía supuestamente una serie de normas perfectamente establecidas y acotadas, pero es tan caótica, tan inhumana como la otra parte que crece de manera informal…
Caamaño, ya un poco más despejado, lanza su respuesta, mientras la camisa azul marino resalta delante del verde limón en la columna detrás de él, junto a la gama de colores en una paleta rectangular, él está ahí, en medio de tubos de óleo, garrafones de disolvente y aguarrás, en medio de cuadros de lino, de secadores, en medio de una pared cubierta de plástico y periódico:
–Yo nada más pinto. Intento pintar lo que he visto tal cual; que cada uno reciba el mensaje y saque sus propias conclusiones y también que se conmuevan con lo que hago. Intento mostrar un poco de mí.
–¿Quién te conmueve, Eduardo? ¿Qué artista?
–Hay muchos, Egon Schiele es el que más me ha fascinado, pero uno vive de todas las fuentes y desde pequeño estás conviviendo con cosas que aprecias, que te sorprende y te ayudan a crecer; entonces, desde Velázquez hasta lo moderno, continuamente estás nutriéndote para poder comerlo, degustarlo, digerirlo y luego poderlo expresar.
Miguel lo entiende, acomoda la gorra que cubre su cabeza:
–El tema de originalidad es difícil, ser una artista como Picasso, Dalí, así, muy sobresaliente, es difícil.
–De hecho con ese afán de originalidad se vuelve banal, se busca ser único y entonces pierdes otras cosas, la sutileza, el romanticismo, quieres impactar y en la búsqueda de ese impacto te pierdes muchas otras cosas que conforman el todo del arte, que no es sólo asombrarte y dejarte impactado. Fíjate que es interesante, a mí me gusta juntarme con gente que no es del medio porque hablas de distintas cosas, de diferentes puntos de vista y eso sí que te amplía la visión que tienes de la vida. Lo que yo creo es que el artista no debe aleccionar a la sociedad, sólo debe hacer su trabajo y mostrarlo –reconoce Eduardo.
–¿No das soluciones, sólo muestras, Eduardo?
–No, no estoy preparado para dar soluciones ni para dar lecciones, no tengo suficiente datos. Sé que la sociedad está creciendo pero yo no tengo los datos para decir cómo urbanizar. Si fuera esa mi intención, no hubiera sido pintor.
–Retomando la exposición Donde termina el cielo, este trabajo no sólo tiene cuerpo, también tiene voz mediante la música, y como Héctor Murrieta estudió guitarra clásica en una escuela con nombre náhuatl, ¿vamos a encontrar en esta exposición música en la lengua madre de esta ciudad?
–No, es música contemporánea con guitarra eléctrica, él (Héctor Murrieta) presenta unas imágenes en video y complementa esas imágenes con música.

Eduardo es hijo de Andrés Caamaño, madrileño, y de Aurora Gatica, oaxaqueña, y apelando justamente a su lado oaxaqueño, la pregunta no puede dejarse a un lado:
–¿Qué opinión tienes sobre Francisco Toledo?
Eduardo responde sin dudar, con seguridad:
–Creo que los pintores no estamos preparados para criticar la obra de un compañero porque para eso existen los críticos; es decir, si veo una obra o pintura de cualquier pintor yo podría decir desde nuestro oficio, “yo hubiera podido atacar de esta forma ese cuadro” y eso no quiere decir que esté bien o mal, sino que yo lo hubiera atacado de otra forma porque yo soy distinto, no creo que sea bueno criticar para bien o para mal a un compañero, de eso que se encarguen otros, que para eso les pagan.
–Y a ti, Miguel, ¿qué opinión te merece Toledo?
–Es un gran pintor y es un gran ejemplo de cómo un artista puede involucrarse con la comunidad y pude luchar contra decisiones arbitrarias. Es una persona que sí ha repartido su riqueza, tú vas a Oaxaca y está el IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca), pero entras y está toda su colección de libros; es un pintor que ha sabido trabajar diferentes técnicas, óleo, cerámica, escultura… a mí me parece una persona muy decente éticamente y muy acorde con sus ideas políticas.
–Las ciudades esconden historias pasadas, apenas se alcanzan a ver las del presente, y una historia recién forjada es el preludio para las que vienen en el futuro. ¿Cuáles son las historias que más les han impresionado de México?
Ambos cuestionan al mismo tiempo “¿actuales o pasadas?”, hacen una pausa, Miguel responde primero:
–El problema del crecimiento de las ciudades es que borra el pasado. A mí me gustan las historias como las de Chucho el Roto, me gustan cuando los delincuentes se escapan de la ley.
Los dos comparten la idea sobre el futuro y el pasado, sobre historias que se han ido y tal vez no han de volver.
–El futuro se está comiendo al pasado, el centro de la ciudad es precioso y sin embargo con una falta de cuidado enorme –concluye Eduardo.

Eduardo se levanta, muestra sus cuadros, el primero de todos, una rama seca, inspirado después de leer a Rubén Darío, nos presenta La Plaza de Santo Domingo, la Línea Amarilla del metro vista desde adentro, periférico, los puentes de Churubusco, puntos fuga, impresionista y romántico, nos muestra los “no lugares”, aquellos en los que avanzamos todos los días sin percatarnos de su existencia, de la belleza que los rodea.

Caamaño, el que no cree en la buena suerte sino el esfuerzo en el campo de trabajo: “La vida es ojete mientras el trabajo labrado es la buena suerte”. Caamaño el artista, el de los bocetos eróticos, el que rompe con el modelo mujer-hombre y nos presenta una serie dedicada a la homosexualidad y heterosexualidad, pero no, ésta serie no va dentro de la exposición Donde termina el cielo, esta serie la posee, la guarda cual tesoro.

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Miguel Morales
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Eduardo Romo

La exposición co-individual Donde termina el cielo será inaugurada por los artistas que la conforman, el 6 de agosto a las 19:30 en Fundación Sebastián, Av. Patriotismo #304, col. San Pedro de los Pinos. Estará abierta al público hasta el 28 de agosto. De lunes a viernes de 9:00 a 18:00.

Acerca de Teresa Ochoa

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