El cuarto prohibido

El delirio visual

Luego de su paso por el 36 Foro Internacional, las historias entrelazadas dirigidas por Evan Johnson y Guy Maddin se presenta en la Cineteca Nacional.

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El lenguaje cinematográfico de la actualidad ya está muy distante de las necesidades y las precariedades del cine silente de principios del siglo XX. Antes de que llegaran las talkies (sobrenombre que se le dio a las primeras películas con sonido), la comunicación entre el filme y el público tenía que recurrir a métodos que compensaran la falta de audio, como intertítulos y gesticulaciones artificiales.

El cuarto prohibido (The Forbidden Room, 2015), largometraje dirigido por Evan Johnson y Guy Maddin, es una buena oportunidad para las nuevas generaciones de recuperar esa expresividad del cine mudo modernizada con valores de la actualidad. Con un formato fractal que presenta historias dentro de historias dentro de historias, esta cinta novedosa se vuelve a poner  en la Cineteca Nacional

No es la primera vez que Maddin recicla los viejos métodos del primer cine para contar sus historias. A través de 11 largometrajes, que incluyen temas tan excéntricos como la lucha de un soldado amnésico en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial en Arcángel (Archangel, 1990) o los romances problemáticos que provoca una estatua de Venus en El crepúsculo de las ninfas de hielo (Twilight of the Ice Nymphs, 1997), el cineasta canadiense ha intentado basar su técnica en las prácticas de intertitulaje y actuación corporal.

Esta renovación del estilo del cine mudo sostiene en El cuarto prohibido una serie de narraciones que parecen no estar ligadas entre sí: las desventuras de la tripulación de un submarino que emplea métodos poco ortodoxos para mantener su ración de oxígeno en el fondo del mar, de un cirujano secuestrado por “mujeres esqueleto” y de un bigote que busca la compañía de la viuda de su antiguo portador, entre otras escenas delirantes.
La naturaleza descabellada y onírica del filme es consecuencia de la fascinación de su autor por el movimiento surrealista. Desde su primer cortometraje, El padre muerto (The Dead Father, 1985), Maddin ya aprovechaba las capacidades del formato blanco y negro en 16 mm para narrar cinematográficamente a la manera de sus mayores influencias en ese entonces: Luis Buñuel y Man Ray.

La producción de esta entrega se da de manera paralela a uno de los proyectos audiovisuales más recientes de Maddin. Titulada Seances, la colaboración con Evan y Galen Johnson, y el National Film Board of Canada, es un secuenciador de recreaciones de películas perdidas que, a través de un algoritmo personalizado, ordena escenas aleatorias en un cortometraje de 10 a 13 minutos cada vez que un usuario le da clic al sitio web.

Al seguir con la tradición prácticamente museográfica e interactiva de sus instalaciones artísticas, es también notable el hecho de que El cuarto prohibido fue grabada en estudios públicos en donde cualquiera puede ingresar para presenciar el rodaje; el primero de ellos en el Centre Georges Pompidou en París y el segundo en el Centre PHI en Montreal.

En general, esta producción ha sido recibida positivamente en su gira de festivales y apoyada por críticos como Stephen Holden, de The New York Times; Todd McCarthy, de The Hollywood Reporter, y J. R. Jones, del Chicago Reader, a pesar de su carácter experimental y de contar con una técnica narrativa que bien podría considerarse anacrónica en nuestra era.

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