El tiempo de Ayotzinapa

de Carlos Martín Beristáin

 

“Hay cosas que te quitan el miedo, y no son la insensatez de creerse
invulnerable. Es la vulnerabilidad de la gente, esa forma de ternura, lo que
te protege de todo. Hasta del miedo a escribir esta historia”, señalo Carlos Martín Beristáin, a dos años de los acontecimientos que se desarrollaron en el Iguala Guerrero, donde desaparecieron 43 estudiantes de  la Escuela Normal Rural, Raúl Isidro Burgos de  Ayotzinapa, Guerrero.

Carlos Martín Beristain presenta el libro El tiempo de Ayotzinapa de Ediciones Akal, el martes 17 de enero en el Museo Memoria e Intolereancia, con la participación de Juan Villoro, Denise Dresser y Luis Hernández Navarro,
Carlos Martín Beristain,  perito, experto en víctimas y comisiones de la verdad formó parte del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIE) de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH), conformado por Francisco Cox (Chile), Claudia Paz y Paz (Guatemala), Ángela Buitrago (Colombia), Carlos Beristáin (España) y Alejandro Valencia Villa (Colombia),que prestó asistencia técnica a México en el caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Con la experiencia que le proporciona haber participado en esa investigación Martin Beristáin, narra en este libro, los avances de la investigación así como los obstáculos a los que se enfrentaron durante su estancia en México.
La noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 –como ya es del conocimento público- ocurrió un hecho crucial en la historia reciente de México, con la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, y el asesinato de seis personas más, tres de ellas estudiantes.

El 2 de marzo de 2015 empezó su trabajo el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independiente (GIEI) designado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para la investigación del caso, de acuerdo con los representantes de las víctimas y del Estado mexicano. El GIEI trabajó durante dos periodos de seis meses cada uno, y en ese tiempo publicó dos voluminosos informes.
Este libro está escrito por uno de los integrantes del GIEI, un testigo. Es una historia desde el corazón de lo vivido, parte de una experiencia y de una reflexión sobre lo que supone meter las manos en el dolor de las víctimas y el trabajo en un país como México para contribuir de forma efectiva a la resolución del caso. En sus páginas se describen los avances en la investigación, que fue posible gracias a la colaboración de las víctimas, de sus representantes y de funcionarios comprometidos, pero también los numerosos obstáculos que fueron apareciendo por el camino.

Con un estilo que permite al lector ser partícipe en todo momento de la evolución de los hechos y también del estado emocional del autor y de los principales implicados, se adentra en hechos históricos que marcan la vida de un pueblo, como la herida abierta de Ayotzinapa.

Carlos Martín Beristáin entrevistado para un periódico en su país (España),  afirmó que “en ese entonces los integrantes del GIE coincidieron en que esa noche se creó una coordinación estratégica, con duración de 10 horas aproximadamente, entre policías municipales de Cocula, Iguala y Huitzuco; así como integrantes de la Policía Federal y elementos del Ejército para evitar que los normalistas salieran de Iguala hacia Chilpancingo”.
Beristáin dijo que: “esa noche hubo un operativo mucho más complejo, siempre dirigido a no dejar salir a los autobuses de Iguala y, sobre todo, a un quinto autobús. La hipótesis que tenemos es que podía estar cargado de heroína y que sería la explicación del ataque masivo contra los normalistas. De ese autobús sobrevivieron todos los normalistas y no fue parado por la policía municipal, sino por la policía federal. Bajaron a los normalistas y escoltaron a ese autobús para que saliera del cerco del resto de los autobuses. Ese autobús no fue nunca atacado. Y también la policía federal hizo un retén a la salida de Iguala para desviar el tráfico de la zona donde estaba el ataque a otro autobús, donde fueron desaparecidos un grupo de quince a veinte normalistas. Luego, sabía algo de lo que estaba pasando y no intervino. También mostramos que la policía estatal estuvo en el lugar”.

Y señala “Al menos hubo participación de tres policías municipales, hubo presencia y acción instrumental de la policía federal en el desvío del tráfico, participación de la policía estatal en la detención de uno de los choferes y presencia del ejército y otras policías en varios de los lugares sin hacer nada, ni tomando notas ni informando de lo que pasaba.

-Cuando nosotros llegamos al país, entrevistamos a los normalistas sobrevivientes. El Estado siempre habló de cuatro autobuses, pero a partir del testimonio de los normalistas vimos que había cinco. Pero ese quinto autobús no aparecía en el expediente de la fiscalía, lo cual nos llamó mucho la atención. Cuando pedimos las grabaciones de la estación de autobuses, ahí apareció el quinto autobús. Ese autobús salió de la ciudad, fue interceptado por la policía federal, fue desviado por otra carretera y salió ileso de los ataques. Los estudiantes se bajaron, huyeron, les persiguieron durante dos horas y media, pero no dieron con ellos. El chófer del autobús hizo una declaración mintiendo sobre los hechos, pero encontramos un manuscrito firmado por él en el que contaba la verdad. Cuando nos mostraron el bus, hicimos un peritaje y había cinco o seis diferencias muy evidentes. Todo esto es muy sospechoso. Algo estaba pasando con ese bus.

-Guerrero es un lugar en el que se produce el 90% de la heroína de México. El tráfico va de la ciudad de Iguala a Chicago, principalmente. Encontramos un caso de la DEA en Chicago que, a través de una interceptación telefónica, había descubierto al tipo que pagaba 10.000 dólares por modificar un autobús para poder llevar droga en un sitio oculto. Los jóvenes han tomado autobuses en muchos otros lugares y nunca ha habido una respuesta armada, de ese calibre”.

 

El tiempo de Ayotzinapa
(Fragmento)

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Teoría de la mismidad
Diez lugares donde se dan ataques con armas de fuego o violencia. Dos autobuses: uno a la salida de la ciudad, otro de la caravana de tres que no pudieron hacerlo, de donde hay 43 detenidos desaparecidos. Un herido grave en estado vegetativo y dos heridos graves, en el brazo y la mano, en la ratonera en que se convirtió la calle Juan N. Álvarez. Dos estudiantes más muertos en el mismo lugar unas horas después, cuando estaban dando una conferencia de prensa, y varios heridos graves entre quienes fueron a ayudarles. Otros tres muertos en las afueras de la ciudad en el ataque al autobús del equipo de fútbol de Los Avispones, y varios heridos graves del equipo. Dos bloqueos en la carretera esa noche hasta bien entrada la madrugada, y hasta una distancia de 80 kilómetros, en Mezcala, camino a Chilpo. Un normalista asesinado en medio de brutales torturas y el rostro arrancado. Sin embargo, cuando vamos preguntando por los procesos, en lugar de que se investigue como un todo, porque son hechos que se dieron juntos o conexos, el caso parece un muñeco desmembrado. Los asesinatos son delitos del llamado fuero común. O sea, que se juzgan en Guerrero. Los desaparecidos fueron atraídos al fuero federal, así que se juzgan donde la PGR quiera, en cualquier parte del país. No sabemos por qué, pero somos informados de que quiso que fuera lo más lejos posible, al norte del país. Ese lugar se llama Tamaulipas, un lugar que desde hace años el Departamento de Estado de Estados Unidos mete en la lista de lugares peligrosos, aconsejando a los ciudadanos estadounidenses que no viajen allí porque está controlado por los sanguinarios Zetas. Los detenidos están en cárceles en otros cuatro estados, la mayoría en Nayarit. O sea, del Atlántico de Tamaulipas, don

de se juzga, al Pacífico de Nayarit, que es conocido por sus playas y por esta macrocárcel de máxima seguridad. Ahí los acusados que entrevistamos sólo han podido ver a sus defensores a través de Skype. Hay varios juzgados para investigar estos hechos, pero por el camino se pierden algunos delitos que no se investigan, como la tortura a Julio César, las lesiones de los heridos, los ataques contra la vida de los sobrevivientes, la obstrucción a la justicia.
Ángela, como buena fiscal, siempre tiene un concepto jurídico para el sentido común que parece aquí roto en pedazos. La teoría de la mismidad dice que lo que nació junto no debe separarse, y esta historia sólo puede comprenderse si contemplamos el conjunto de los hechos. El nivel de la acción permite ver la fuerza, coordinación y mando que se requieren para un operativo así, que duró al menos cinco horas. La mismidad también enseña que hay muchas responsabilidades.

 

 

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Carlos M

artín Berist

ain es médico y doctor en Psicología y un veterano investigador de las violaciones de derechos humanos en América Latina y otras regiones del mundo, así como referente en la atención psicosocial a las víctimas. Además de perito para la evaluación

médica y psicosocial en varias ocasiones ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha trabajado como asesor sobre víctimas en diversos casos de la Corte Penal Internacional. Fue coordinador del informe “Guatemala: nunca más” y asesor de las comisiones de la verdad de Perú, Paraguay y Ecuador. Además de numerosas publicaciones en revistas especializadas y de su participación en obras colectivas, entre sus últimos libros publicados figuran Historias de andares (2012), Diálogos sobre la r

eparación:

¿qué reparar en los casos de violaciones de derechos humanos? (2010), Manual psicosocial de investigación en derechos humanos (2010) o Reconstruir el tejido social: un enfoque crítico de la ayuda humanitaria (1999).

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