Tolerancia cultural: una revisión del rechazo hasta el establecimiento de códigos de prohibiciones

“Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez  que esté de moda”

Jean de la Fontaine

·Luis Enrique González Castro

cultura
Dr. JH Purves 1932, (Dynosphere).

Regularmente los seres humanos evaluamos nuestra realidad, pero nunca hemos puesto un alto en el camino para apreciar nuestros propios juicios y que tan perfectibles somos en ellos, para esto, en esta ocasión hablaremos de los conceptos estimativos que acuña la cultura y las visiones de  la misma desde sus propios parámetros y prácticas.

• Etnocentrismo

Es la postura que considera los criterios particulares de la tradición a la que cada uno pertenece como los parámetros propios de la naturaleza humana. Las demás culturas resultan raras, mientras que lo de uno siempre será considerado natural o  de sentido común.

   Durante los primeros años de nuestra vida todos somos espontánea e inconscientemente etnocentristas, porque cuando no se conoce más cultura que la propia es muy difícil establecer la distinción entre lo que es natural y lo cultural, y se entiende la cultura un efecto natural. Así, cuando no se ha tenido contacto con personas de otras culturas, se considera natural vivir del modo como uno vive, y la capacidad de distinguir entre estos dos ámbitos se posibilita al desarrollarse la capacidad reflexiva, y al entrar en contacto con diferentes expresiones culturales.

• Relativismo cultural

El desarrollo etnográfico con el estudio de culturas diferentes, dio origen a una fuerte reacción contra el concepto etnocentrista dominante durante siglos en Europa y Asia. Esta reacción dio origen al nacimiento al relativismo cultural.

   El marco que ha conducido el relativismo puede resumirse en siete enunciados que forman parte de un proceso discursivo que constituye en su conjunto un sofisma:

– El hombre carece de instintos y no está predeterminado biológicamente hacia ningún tipo de forma cultural concreta, ya que desde el punto de vista biológico su característica más notable es la reflexión.  Y por esto no hay ninguna cultura particular que pueda reclamar para sí la prerrogativa de ser la única cultura humana auténtica.

– Todas las culturas son dignas de respeto.

– No es apropiado enjuiciar las manifestaciones, instituciones o productos propios de una cultura empleando criterios de valoración pertenecientes a otra.

– No es posible llegar a comprender una cultura desde otra, o si se pertenece a una cultura diferente.

– Cada cultura puede considerarse como absoluta, ya que cada una de ellas tiene autonomía suficiente, sin necesidad del escrutinio de  una instancia superior o exterior.

– No hay criterios que permitan emitir juicios de validez universal acerca de la bondad o maldad de las manifestaciones culturales de los diversos grupos humanos.

– Cada cultura deberá darse a sí misma las normas acerca de lo que es bueno o malo; éstas podrán justificarse en la tradición, la autoridad o el consenso entre los miembros del grupo social, pero nunca en instancias objetivas, universales, externas al propio ámbito cultural.

  Y es a través de estos preceptos  que se logra un planteamiento relativista. Si bien al inicio sólo se pretendía contrarrestar los excesos del etnocentrismo, lo cierto es que la consideración de cada grupo humano y sus divergencias como un absoluto hizo resquebrajarse la idea de que exista una instancia de juicio de validez universal para todos los hombres.

• Pluralismo

Ciertamente, los seres humanos estamos situados en un contexto espacio, tiempo y cultura,  y no podemos ver la realidad más que desde una perspectiva concreta, la del observador. Pero esto no significa que no seamos capaces de intentar adoptar una perspectiva diferente para ver las cosas desde otro punto de vista. De hecho, el fenómeno de la empatía, la posibilidad de aprender un idioma distinto a la lengua materna, o de adaptarse a un ambiente cultural diferente al originario,  pueden considerarse refutaciones empíricas de esta postura.

  Por otra parte, en la vida ordinaria hay ocasiones en las que formulamos juicios de valor a los que nosotros reconocemos implícitamente un alcance universal. Y de hecho, personas con un mínimo de sensibilidad, aunque pertenezcan a culturas muy dispares, condenan unánimemente el genocidio, la tortura, la destrucción del medio ambiente, la explotación del hombre, el abuso de menores, entre otras acciones. Este tipo de cuestiones se consideran malas en sí mismas, y en consecuencia, malas para todos. ¿Por qué razón?

  Dicho de otro modo: ¿Existe o no alguna instancia que permita justificar racionalmente las valoraciones que se acaban de mencionar? Esta pregunta puede formularse también así  ¿Se puede sostener que hay algún punto de referencia válido para cualquier cultura, sin que ello suponga atentar contra la legítima pluralidad cultural que es consecuencia de la libertad del hombre?

  La respuesta a estas preguntas pueden defenderse simultáneamente a la validez universal de unos principios éticos y la diversidad cultural. De acuerdo con esto, son buenas las manifestaciones culturales que estén en armonía con el desarrollo adecuado de la naturaleza humana, las que le facilitan alcanzar la perfección que es propia, la que corresponde a un ser, inteligente y libre, y son en cambio malas aquellas que impidan o entorpezcan su consecución.

  La ciencia práctica que estudia el orden de los actos humanos de cara a la consecución de esa perfección es la ética, y a ella le corresponde el estudio de los principios que orientan rectamente la vida del ser humano, pertenezca éste a la cultura que pertenezca. Ahora bien, la permanencia de estos principios, no está disociada de los procesos de innovación y desarrollo, porque el hombre es esencialmente un ser histórico. La adecuada articulación entre estos dos factores constancia e innovación, es un tema importante y difícil, que merece ser estudiado a fondo, pero que excede los límites que nos hemos propuesto para este articulo.

  En resumen el pluralismo puede considerarse una corrección tanto de los errores del etnocentrismo como de los del relativismo, porque sostiene que existen manifestaciones culturales mejores que otras, en cuanto contribuyen en mayor medida al perfeccionamiento del ser humano.

  El pluralismo considera que es la naturaleza humana, común a todos los individuos de nuestra especie, el fundamento sobre el que pueden justificarse los criterios de juicio que son aplicables a todos los seres humanos, por encima de las diferencias entre tradiciones culturales. Y, al mismo tiempo, defiende la legitimidad de las divergencias culturales sin incurrir en relativismo; porque sólo es relativista quien afirma que no se pueden alegar criterios racionales a la hora de evaluar si una u otra manifestación cultural, o forma de entender un determinado suceso, es más acertada, y contribuye en mayor medida a que el ser humano alcance su perfección propia. Este compilado de conceptos  es completamente debatible, pero tiene como único objetivo exhortar a la  valorización nuestras pretensiones con respecto a ser los verdugos de nuestros propios usos y costumbres.

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