“La cultura: un debate entre cohesión y la transgresión de la naturaleza”

“La cultura hace al hombre algo más que un accidente del universo.”
André Malraux

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· Luis Enrique González Castro

La característica específica del ser humano frente a los animales es el hecho de que, mientras los segundos se mueven en un entorno ecológico donde la prioridad es la supervivencia de la especie, el hombre está abierto al mundo, tiene  espíritu y no únicamente está vinculado al ámbito físico, sino que tiene la necesidad total de entender la realidad. Tiene la capacidad de captar no sólo lo que es relevante para sus necesidades biológicas, sino también otras cosas como trivialidades, por ejemplo, la belleza de un mar limpio o una puesta de sol; y a su vez puede también actuar de manera completamente altruista y desinteresada.

La apertura del ser humano, se da en un sentido estricto de una gran carencia de instintos y sus tendencias son completamente analíticas. La especie humana está compensada por la inteligencia y la libertad. El hombre no dispone de respuestas programadas biológicamente para solucionar los problemas que lleva consigo. Debe inventar esas respuestas o aprender las que inventaron, el hombre no nace sabiendo qué hay que hacer, ni cómo hacerlo y su biología no se lo dice. No hay ningún elemento genético que determine el estilo de vida individual o social de los seres humanos, ni que fije preceptos en un sentido u otro de su comportamiento. Desde el punto de vista biológico, la supervivencia de los seres humanos sólo es explicable porque el hombre cuenta con inteligencia.

Es de esta forma que la naturaleza humana sea esencialmente analítica desde el punto de vista biológico, debido a que  la necesidad de racionalizar todo, logra y exige al hombre la transformación del entorno. Con lo anterior se puede afirmar que el ser humano tiene que  sortear él mismo la deficiencia de los medios orgánicos que se le han negado, para así superar  y  transformar al  mundo con su actividad en algo que le sirva a la vida y a esto, se le llama cultura. Es decir para los seres humanos, no hay posibilidad de existencia en una naturaleza no transformada.

No hay una humanidad natural en el sentido estricto, es decir, no hay una humanidad sin ropa, sin música, sin alimentos, sin techo. La cultura es, pues, su segunda naturaleza,  esto quiere decir que  la naturaleza humana, es elaborada por él mismo y es en  la única en la que puede vivir.

Ahora bien, si se exagera esta contraposición entre lo natural y lo cultural resulta fácil caer en el error de pensar que constituyen dos esferas separadas. Podría parecer que hay un orden natural fijo autónomo, al que se sobrepone otro orden que es el cultural.   Esta forma de entender las cosas harían ver a  lo natural como lo esencial y universal, mientras que lo cultural, sería una casualidad o un accidente del cual se puede prescindir.

Este error que induce a pensar que lo esencial de la vida humana es la constancia que viene dada de facto naturalmente hablando, mientras que lo variable es un efecto cultural, y esta segunda al no ser parte de lo natural es un accidente que puede evitarse. Rousseau entiende a la naturaleza humana haciendo una radical abstracción de todas las condiciones, estableciendo que la naturaleza reposa en sí misma y la cultura se forja aparte; y una vez creada la segunda, no hay criterios naturales para juzgarla.

Frente a lo anterior se entendería que lo natural es -lo que ya es- o -lo común- y lo cultural  es actuar de un modo que pertenece de suyo a quien actúa  respetando el cúmulo de criterios variables, que muchos le llaman esencia. Pero el cuestionamiento sería ¿La  naturaleza humana por su característica racional no remite a la cultura?. Y si el debate es amplio y complejo pero por nuestra parte concluimos que la naturaleza humana no se opone a la cultura, sino más bien remite a ella y  por  tanto, se puede afirmar que el hombre es naturalmente un ser cultural.

El mundo que el hombre habita no es un universo meramente físico sino cultural, ése es el único ámbito en el que puede desarrollar su vida, y constituir la existencia humana. La cultura es el universo simbólico, entretejido por el lenguaje, el arte, la ciencia, etc., que son como los hilos de una trama que se va reforzando continuamente, a medida que se produce cualquier hallazgo o progreso.

Este mundo cultural no es una entidad separada o autosuficiente sino que se encarna en el ámbito físico, que ejerce constantemente su influencia sobre él; por tanto, si se desea comprender las creaciones humanas es necesario tener siempre en cuenta el tiempo y espacio en el que están insertadas. Pero, como ya se advirtió, es importante no entender las relaciones entre ambos de manera  separada, como si hubiera un soporte material sobre la otra, circunstancia que si existe entre  hombres y animales.

El ser humano no vive en dos mundos, sino en un mundo cultural, que asume el mundo físico abriéndolo a una sola versión. Por eso, entender la cultura y desmitificarla es más problemática que la de los hechos físicos.

Estos últimos basta con situarlos en el espacio, el tiempo y las causas para hacerlos perfectamente comprensibles. Pero en el caso de la cultura es difícil situarlos con exactitud en relación con las causas físicas, porque la cultura se mide por la libertad.

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