La recaptura II: puesta en escena

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Para una ciudadanía curtida en sucesivas crisis; profundamente desconfiada y cada vez menos crédula, no ha habido sino una puesta en escena en esta segunda recaptura de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo.

El tono festivo del anuncio presidencial y el que los hechos respectivos hayan ocurrido al final de una semana llena de malos augurios sobre la economía, revivió las suspicacias sobre los verdaderos propósitos gubernamentales.

No otra cosa se advierte en las reacciones ciudadanas provocadas por el anuncio de la recaptura, cuyo denominador común habría de resumirse en que no se trata sino de un nuevo manejo mediático, aún si de verdad fuese un logro gubernamental.

Lo que el mexicano de a pie prefiere llamar con sarcasmo casualidad, le ha provocado, además de indignación, también la sospecha de que detrás del telón hay más que comedia: acaso drama y, tal vez, tragedia.
Sabe, porque lo ha padecido, que espectáculos mediáticos así preludian crisis; sirven también para distraer, por ejemplo: para que no se magnifiquen dimensiones de una tormenta de devaluación de la que, por cierto, comienzan ya a sentirse sus efectos.

Así, en un contexto en el que las reservas monetarias disminuyen y no sirven para detener la caída del peso y en la que los precios del petróleo van, igual, en picada, adquiere mucho sentido que la opinión pública tenga algo distinto en qué pensar.

Aún si se entiende incluso que deba ser así, porque ni a ciudadanía ni a gobierno convienen que se desate el pánico, la certeza de la opinión pública es que, meritoria o no, la recaptura del Chapo, sirve mucho a los propósitos propagandísticos gubernamentales.

El hecho se inscribe en la conocida estrategia mediática que en otros tiempos significó, por ejemplo, la captura de líderes del sindicato petrolero, para legitimar en los hechos un muy poco claro triunfo obtenido en las urnas por la Presidencia de la República.

O la nacionalización de los bancos privados, para tratar de contener el desencanto y la frustración que causó la devaluación de más del 100 por ciento del peso mexicano y la crisis de endeudamiento externo por unos 100 mil millones de dólares.

O el encarcelamiento de un muy tristemente célebre jefe de la policía capitalina, para tratar de minimizar la magnitud de la corrupción gubernamental que en buena medida contribuyó al quiebre de la economía y al descrédito nacionales.

Esta vez, prácticamente todo apunta en la misma dirección. Pero quién sabe si ahora, el gobierno haya dejado algún cabo suelto. En primer plano, desde luego, se espera que de las nuevas declaraciones que se obtengan de Guzmán Loera, se sepa quiénes le ayudaron a escapar dos veces de penales de máxima seguridad y quiénes, por tanto, son sus cómplices dentro del aparato gubernamental.

Sería saludable que también conociéramos cómo es que las dos recapturas se hicieron en la tierra del Chapo, cuando ninguna línea de investigación daba pie con bola y así transcurrieron meses y años enteros en los que el capo disfrutó a sus anchas de plena libertad.

Por cierto, el asunto de los contactos y la entrevista que Guzmán Loera sostuvo con dos reconocidos actores hollywoodenses –Sean Penn y la mexicana Kate del Castillo- para que le hicieran una película autobiográfica, deja muy mal parados a los investigadores gubernamentales.

¿Cómo fue posible que dos actores si tuvieran acceso al Capo, al parecer desde Octubre del año pasado y que las autoridades judiciales y de seguridad lo supieran y nada hicieran por llevar a cabo la detención del jefe criminal?

La inacción gubernamental parece increíble, aún si la iniciativa de los encuentros hubiera sido –como dicen que sucedió- de Guzmán Loera, a través de sus abogados, toda vez que se tuvo conocimiento de dichos contactos.

¿Sería acaso que siempre se supo de su paradero y el ejercicio de la ley se administró –esto es: que deliberadamente se aplazó- hasta el momento en que fue políticamente conveniente aplicarla?

Igualmente saludable sería que las declaraciones del Chapo sobre estos y otros aspectos se hicieran públicas, si es que –como refutó el gobierno al New York Times-, la administración del Presidente Peña Nieto está verdaderamente por la rendición de cuentas.

Es decir, para despejar las cochinas dudas

Acerca de Rubén Vázquez Pérez

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