El día mas largo del año

  • Jorge Palomino  Benitez

mama

El solsticio de verano entra el 21 de junio de cada año, nuestra percepción del día y la noche se remite al amanecer y al alba. Es el día en que amanece más temprano en todo el año y el sol se pone más tarde.

Hace sesenta años llegó al mundo gastronómico la chef Ana Benítez Muro. En el seno de una familia de cocineras, Ana creció bajo la tutela de su joven madre. Al lado de seis hermanos recibió las delicadas y laboriosas enseñanzas de cocina. En su entendimiento de años decidió y recibió orden de acercarse a la cocina para apoyar las lecciones que impartía la mayora Ana Muro, su madre. En estas clases de pan con recetas ideadas por la mayora misma, helados de técnica propia, inventos para conservas, mermeladas y galletas hacían a la pequeña Ana la intermediaria entre las alumnas y su madre.

Encontró en cada día de clase una afinidad por la cocina. En su elección profesional decidió inclinarse por la educación y la docencia; Pedagogía sería la carrera que cursaría en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

El trabajo en casa dedicado a sus hijos la alejó temporalmente de las hornillas y las ollas de manera profesional. Sin embargo el destino la colocó como instructora en la cocina del comedor ejecutivo de uno de los bancos más exclusivos de ese momento. Ana dejó tan buena impresión, que fue la responsable de ofrecer una infinidad de platillos, postres, placeres y sobremesas durante al menos siete años a los altos ejecutivos del banco.

En su especialización como directora de los comedores desarrolló un gusto por la investigación gastronómica; en su tiempo libre comenzó a escribir acerca de nuestra gastronomía y sus nuevas propuestas.  El laboratorio diario y equipo de trabajo conformado por edecanes, meseros, capitanes, panaderos, cocineros, almacenistas, lavalozas, etcétera, le dio la experiencia para crear casi cualquier platillo.

Al final de su carrera como chef ejecutiva el mundo editorial se acercó a su puerta, la editorial Clío invitó a Ana a colaborar en uno de sus primeros números acerca de la cocina tradicional y su regionalización. Ana publicó “Tradiciones regionales” haciendo un mapa al estilo de Miguel Covarrubias, sólo que esta vez los platillos representaría tradiciones y costumbres.
Para entonces, de la mano de su madre, ya era embajadora de la comida mexicana a través de AREGALA (Asociación de Restauranteros, Enólogos y Gastrónomos de América Latina y el Caribe), y unos años después llegó a ser la presidenta de la misma.

El trabajo en comedor ejecutivo estaba hecho, el camino se abrió para darle un giro a su creatividad y tomó las riendas como socia de “El discreto encanto de comer”, un restaurante que se ajustaba perfecto a su estilo gastronómico que le permitió innovar con creaciones franco-mexicanas.

Ana, por sus influencias familiares, tenía la cabeza llena de ideas para este nuevo proyecto. El pato rostizado en salsa de frambuesas y pimienta, el robalo en salsa de mandarina, la terrina de huitlacoche y los tacos de berros con tocino, entre muchos otros platillos, le dieron al sitio de Ana cuatro tenedores otorgados por el crítico de cocina más reconocido en su momento; el premio al Mejor Restaurante de Comida Internacional 1999 por la CANIRAC (Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados); y mejor restaurante de la Ciudad de México en la publicación para primera clase de American Airlines “The Best of the Best”, entre otros.

En su esfuerzo por poner la cocina mexicana en lo alto, Ana siguió como editora y escritora para varias colecciones de la editorial Clío, creando recetarios y textos de investigación, no sin antes prepararse para ello, pues graduada en 2001 de la escuela de escritores de la SOGEM, dedicó el nuevo rumbo de su creación a eso mismo, a la creación literaria y gastronómica.
Su vocación por las aulas y los alumnos la atrae a ser profesora de una pequeña escuela en Metepec, Estado de México; posteriormente, las universidades y reconocidas instituciones de formación de chefs se peleaban su cátedra.

El trabajo docente le dejó a Ana los mejores sabores de boca al llevar como embajadora la cocina mexicana a las gélidas fronteras de Finlandia. Aprovechando la vuelta y la vocación, ese mismo año recibió en España el premio de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) a la mejor publicación editorial gastronómica en 2004 por Sabores de España. Para entonces ya era docente en más de seis instituciones y universidades privadas y nacionales. Sus alumnos siempre la añoraron como chef y maestra divertida, entretenida, amena y creativa inclusive cuando era maestra de inglés antes de dedicar su vida a la cocina.

Al crecer como representante de la comida mexicana en el mundo llevó sus conocimientos a Japón por cuatro años consecutivos como la preferida representante en el festival de México en Japón que se celebra cada año en septiembre.
Sus dos escuelas favoritas, el centro culinario Ambrosía y el ECI (Metepec) le organizaron un reconocimiento en 2009 develando una placa que lleva su nombre; y no sólo eso, si no que es el nombre de las biblioteca de dichas escuelas.

Ana siempre comentaba en clase que en los libros está todo; frecuentemente invitaba a los alumnos a acercarse a los textos y recetarios. Dejó un legado de cientos de estudiantes y futuros chefs inyectados de creatividad y devoción por la creación original, entusiasmándolos a hacer la cocina verdadera y honesta.

El legado de Ana está en las mesas de muchas cocinas y restaurantes de todo el mundo. Este es un reconocimiento a su labor culinaria en su onomástico, el “día mas largo” del año. Buen provecho.

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