Jean Claude Carrière

EL GUIÓN CINEMATOGRÁFICO
para el que comienza
y algo más

“Conocer el lenguaje del cine y también la vida fuera del cine”

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Lo primero que puede decirse sobre el trabajo de un guionista es que se pretende que éste acabe convertido en una película. ¡Ojalá termine así! Y la consecuencia número uno de este aspecto efímero de un guión, es que escribirlo no es una aventura literaria: es el inicio de una aventura cinematográfica. No es una obra literaria, no puedo parar de decir eso. Y otra consecuencia es que la primera cualidad de un guionista es la de conocer el lenguaje cinematográfico, hay que conocer las técnicas del cine. Hay que saber cómo lo que estoy escribiendo se va a transformar en una película, en cuanto tiempo, cuanto dinero será necesario, qué tipo de equipo, en qué sitios; todo lo que necesita el trabajo cinematográfico está presente en el momento en que se escribe un guión.

Un guión es una máscara de una novela, no es una novela, es la primera forma de una película sin los medios del rodaje. Cuando estamos escribiendo una película, usualmente con el director, no tenemos una cámara, no tenemos el equipo ni los técnicos, y a veces no tenemos dinero, pero debemos saber y conocer todo. Ese es el principio básico del joven que se prepara para ser guionista, y también necesita humildad porque la película va a ser del director y es él quien va a hacerla y a filmarla. A veces también será, como en Estados Unidos, la película del productor o del actor principal, y la figura del guionista se va apagando un poco detrás de la del director, pero su papel es esencial; su manera de trabajar, de concebir, de imaginar una historia, de ver la historia, de compartir la visión de esa historia de cine con el director, de trabajar la misma película: eso es más importante que todo el resto.

Un guionista es un cuentista de hoy con todos los medios técnicos de hoy, utilizando el cine y los medios del cine y la televisión, de lo numérico, del digital. Como todos los cuentistas de todos los tiempos, necesita lo que se podría llamar una vocación, un talento, una disposición natural para contar historias… La primera cualidad.

La segunda es la de conocer el lenguaje del cine. Porque el cine tiene un lenguaje particular que no es similar en nada al lenguaje de la coreografía, de la novela de la música; es un lenguaje que los grandes autores de cine —desde el inicio del siglo X— han refinado, han perfeccionado. No se escribe un guión ahora como hace cuarenta o cincuenta años, hay una evolución en el interior mismo del cine, de la relación entre una película y el público. Hay que conocer todo eso. Hay que ser totalmente consciente  de que el cine es un arte independiente que necesita utilizar su propio lenguaje. Esto quiere decir que hay que conocerlo. Y para aprender hay que ir muchas veces y participar en uno, dos, tres, cuatro rodajes de película, así como asistente. Yo lo he hecho muchas veces: constatar esta metamorfosis, esta manera de transformar una cosa escrita en una cosa filmada, que es pura alquimia. ¡ Aquí estamos en el centro del misterio… de mi vida!
También es muy importante participar en la edición y ver cómo lo que hemos escrito al final va a acabar entre las manos del editor con la participación del director y a ver lo que se ha perdido y lo que se ha ganado. Es todo un camino que hay que seguir. El trabajo del guionista no se termina al final de un guión. Hay que participar en toda la evolución, la elaboración completa de la película. Eso para mi es lo más importante.

Porque existe la ilusión —me encuentro con ella muchas veces— de que escribir un guión es como escribir una novela. Claro que es útil saber cómo escribir, cómo formar un enunciado, una frase, cómo elegir las palabras precisas, claras, pero sin efectos literarios. Esos efectos no solamente resultan innecesarios, sino que son peligrosos porque el director no tendrá los medios para filmarlos como están escritos en el guión. Siempre hay que mantenernos conscientes de eso, de que estamos participando en una obra original que es una obra de cine y que tiene pocos vínculos con la literatura.

A pesar de esto, es claro que hay algunos terrenos comunes, por ejemplo: el interés dramático de la historia que estamos contando. Es muy difícil establecer reglas porque no hay reglas. Una historia puede interesar a Pedro y no a Pablo. Esa es la verdad. La primera cualidad es que la historia nos debe interesar a nosotros: al director, al guionista, al productor y a las cuatro o cinco personas que están en el inicio de la aventura. Después hay que saber —muy importante también— que una película de ficción, ahora en nuestro tiempo, está hecha de una serie de escenas con actores. Necesitamos escenas, eso quiere decir: situaciones en las que hay personajes que se encuentran, se confrontan, se quieren o no se quieren, se dejan. Pero no es posible, como sí lo sería en una novela, la introspección, el tratar de explorar la aventura interior de un personaje sin conocer su comportamiento. Eso sería totalmente imposible en el cine: la cámara siempre está fuera de los personajes, está mirándolos, estudiándolos, observándolos, con un ojo mecánico, que es muy fiel y muy feroz a veces, sin ninguna misericordia.

Se debe saber también que existe una escena después de la otra y que existe la necesidad de establecer una evolución que nos deje impacientes por conocer lo que va a pasar. También es el mismo problema con el público. Una buena situación, un evento interesante en un guión debe ser al mismo tiempo imprevisible, que no se pueda esperar ni imaginar antes, y al mismo tiempo inevitable. ¡Ah…Ah, sí! Estoy sorprendido, no había pensado en eso, en la solución que el guionista y el director han encontrado. Eso es lo mejor: cuando logramos este nivel de dramaturgia, estamos casi seguros de que el resto del trabajo, del rodaje, de la actuación de los actores va a seguir.

Es esencial conocer el lenguaje cinematográfico y saber que todo lo que estamos escribiendo va a pasar por un proceso técnico de transformación de una cosa escrita a una cosa filmada. Tenemos que conocer este proceso, que se podría comparar —como ya dije por lo menos una vez— con el proceso de transformación de un gusano en una mariposa. Un gusano-guión tiene todos los elementos de la mariposa: las células, los colores, todo, pero no puede volar; y, en el momento en que el gusano se convierte en una mariposa, la piel del gusano cae al suelo y desaparece como un guión al final del rodaje. El guión se encuentra entonces en el basurero del estudio, su vida está terminada; ya es una mariposa cuyo vuelo esperamos sea largo y hermoso y rico.

Acerca de Rosamarta Fernández

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