Porque detrás de cada Gran Hombre hay una mujer… frustrada, silenciada, dolida e impotente

Alma Mahler, esposa del compositor Gustav Mahler escribía en 1902:
Estuve enferma largo tiempo. Quizá motivada por mi desasosiego. Hace días que oigo música en mi interior con tanta intensidad que la siento entre mis palabras y no me deja descansar de noche. Ayer le dije a Gustav cómo me dolía el hecho de que él no tenía ningún interés por lo que pasa dentro de mi y que mis conocimientos musicales solo le placen cuando los empleo para él. Me respondió: “Si no se han realizado tus floridos sueños es culpa tuya”. ¡Dios mio! Cómo le quitan a una todo en forma tan cruel. Gustav vive su vida y yo tengo que vivir la suya. No puedo dedicarme exclusivamente a mi hija. Tomo clases de griego…traduzco los santos padres y así lleno las horas vacías. Nadie lo sabe, todos me creen feliz.

1903. Me siento más tranquila, me he propuesto callar cuando algo me aflige. He perdido todo el entusiasmo para vivir. No tengo a nadie en quien confiar toda mi profunda tristeza. ¡Si tuviera al menos mi música! ¡Si pudiera segur aprendiendo, que alguien me enseñara, que me diera algo! Pero esto ya no tiene arreglo. Estoy vegetando.

En el año de 1910 volvía cierto día con mi hija de un paseo a Tolbach. Desde lejos oía tocar mis canciones. Gustav Mahler me sale al encuentro: “¡Qué he hecho!, tus trabajos son maravillosos. ¡Tienes que seguir trabajando inmediatamente! Elegiremos un cuaderno. Deben imprimirse”. Estaba entusiasmado, yo no. No se pueden recuperar diez años de evolución. Él quería dar vida a un cadáver. *

Un argumento que se maneja con frecuencia para afirmar la superioridad masculina es que las mujeres, a lo largo de la historia, han producido contadas obras artísticas o científicas de importancia. Pero ¿Cuántas de las obras maestras que conocemos se habrían logrado si sus autores hubieran tenido que realizar, al mismo tiempo que su labor creativa, los quehaceres domésticos y el cuidado cotidiano de los niños? E inversamente, ¿Qué y cuanto habrían podido producir las mujeres si no hubieran sido responsables y no hubieran sido circunscritas a estas actividades?

La mayoría de las mujeres, sobre todo aquellas que han convivido con un hombre, “saben que la proclamada superioridad masculina es sólo un mito. Sin embargo, parece existir una conspiración del silencio al respecto. Las mujeres sienten que es su deber mantener a los hombres en su fantasía de superioridad porque podría ser catastrófico para ellos o para el mundo saber la verdad”.

La situación de las mujeres tiene múltiples características en común con otros grupos oprimidos, pero difiere de todos los demás en cuanto a que no constituimos un sector aislable, sino la mitad del género humano. El nivel y las características particulares de la opresión a que estamos sometidas dependen de nuestras diferencias de clase, pero la ideología que sustenta la opresión rebasa esas diferencias, ya que independientemente del estrato social que ocupemos, se nos ha impuesto un lugar definido en  la sociedad: La familia;  y una función básica: la de servicio subordinado a los demás.

Toda la educación que se nos da , toda la información e influencia que recibimos a través de los medios de comunicación y la publicidad, nos programa para nuestro único destino socialmente acreditado: el matrimonio y la maternidad. Cualquier actividad extra que realicemos: escuela, trabajo, arte, política, se considera como secundaria, sustituta temporal o preparatoria para nuestro papel central. Y cuando la frustración y un mayor o menor grado de conciencia nos impulsan a buscar otras salidas, a crear y producir en otros campos, nuestras acciones están impregnadas de miedo e inseguridad que se ven reforzadas por las desvalorizaciones de nuestros compañeros, maridos o amantes, la discriminación institucionalizada y la actitud de desconfianza de aquellos que sólo nos pueden ver como la madre o la esposa de…

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Leonora Carrington

Sometidas siempre a la voluntad de otros, se nos va creando un sentimiento de mutilación interna, de falta de identidad. Paralelamente vamos aprendiendo y ejercitando las armas convencionales de la mujer para tener algún tipo de participación en las decisiones de los hombres: manipulación sutil , llanto, súplica, coquetería, mentiras blancas, provocación de sentimientos de culpa. Expresiones todas de la debilidad del inferior ante el fuerte, quien conserva la capacidad de veto y la determinación final. Sólo podemos expresarnos así, a través de la hipocresía y esto va minando nuestra propia imagen, hasta que ya no sentimos tener nada que expresar. Es la aceptación final de nuestra propia inferioridad lo que nos limita a romper el estatus que se nos ha impuesto. En igualdad con cualquier otro grupo dominado, las mujeres permanecemos sometidas en gran medida debido a la convicción interna, aunque inconsciente de la autenticidad de nuestra propia opresión.

Esto ha provocado que la subordinación de la mujer no se perciba por hombres y mujeres  como un hecho cultural, impuesto y modificable sino como un orden natural y por lo mismo incuestionable.

Una similitud de la situación de la mujer con la de otros grupos oprimidos es que en un esfuerzo desviado por librarse de la sumisión, algunas tienden a identificarse con el opresor, negándose a sí mismas como pertenecientes al grupo oprimido, al cual desprecian, adoptando posturas y actitudes del grupo superior . Es el caso frecuente de aquellas que han logrado colocarse  con mayor o menor éxito en el mundo de los hombres, sobre todo las profesionistas, intelectuales y algunas políticas. Para George Sand “ las mujeres al carecer de profundidad en sus exposiciones y de ilación en sus ideas, no pueden poseer genio”; en “Indiana” insistía en que “la mujer es imbécil por naturaleza”. Beatríz Beck afirmaba que “El hombre ha sido hecho para el genio… y la mujer para tener hijos.”

Algunas de estas mujeres exitosas se ponen a sí mismas como ejemplo de la inutilidad de crear un movimiento conducente a que las mujeres se liberen como grupo, arguyendo que si se lo proponen , pueden individualmente desarrollar sus capacidades; pero el hecho de que unos cuantos trabajadores se hayan integrado al sistema incorporando valores del neoliberalismo y obteniendo ciertos privilegios de éste, no ha abolido la explotación. Tampoco el éxito de algunas mujeres  va a terminar con una sociedad sexista.

Dos cuestiones han sido determinantes en  generar una tendencia al cambio en la situación de la mujer durante los últimos cuarenta años: por una parte los movimientos feministas iniciados por nueva cuenta en los setentas que han llevado su lucha a todos los ámbitos: familiar, laboral, educativo, artístico, de medios de comunicación, de Organismos de derechos humanos, entre otros. De otro lado, muy vinculado y propiciatorio del primero, el desarrollo mismo del capitalismo con su reciente investidura como neoliberalismo que con el fin de extender sus ganancias mediante la explotación a nuevos nichos de población, ha abierto la incorporación de las mujeres al proceso de producción.
Poco hemos ganado con ello.

A pesar de la incorporación masiva de las mujeres a tareas productivas durante los últimos años propiciada por la pauperización del trabajo que ha hecho insuficiente un salario para la manutención de la familia y ha obligado a las mujeres a efectuar una doble jornada cuando está en pareja, manteniendo la responsabilidad si acaso “ayudada” (no compartida) por el hombre de realizar el trabajo doméstico y atender las necesidades alimentarias de la familia o bien a realizar una triple jornada  cuando es cabeza de familia, lo cual es cada vez más frecuente, la ideología sexista  predomina en todos los ámbitos:
La mujer recibe un menor salario que el hombre aún cuando realicen el mismo trabajo.
Son las primeras en ser despedidas cuando se dan recortes de personal.

Se le solicitan o exigen favores sexuales para obtener un trabajo o para mantenerlo o para recibir un ascenso.
Es víctima de múltiples formas de violencia intrafamiliar y social. Muchas de estas manifestaciones de violencia hacia las mujeres, incluyendo la extrema que son los feminicidios tienen fundamento en que estas van ocupando espacios y posiciones que antes eran exclusivos de los hombres.
Por otra parte, la verborrea oficial que clama apoyo incondicional a las mujeres, se queda en eso, sin llevar a cabo acciones que propicien una verdadera igualdad de género.

Mujeres, se queda en eso, sin llevar a cabo acciones que propicien una verdadera igualdad de género.

*Alma Mahler- Werfel, Mi vida amorosa.
Bibliografía:
Marta Acevedo, Ni diosa ni mártir.
HM Loreto, Personalidad de la mujer mexicana.
Juliet Mitchel, “ Las mujeres, la revolución más larga”

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