AMAR O MORIR X LISA

Llegué al penal de Santa Martha Acatitla, acusada de fraude por venta de plazas en
Petróleos Mexicanos. Con quince años de sentencia. Llevo nueve.

Mi padre, Ingeniero civil, general, miembro de Guardias Presidenciales, mi madre
maestra de Filosofía en la UNAM. Se adoraban. Él disciplinado, impositivo. Ella
cariñosa. Fui hija única, mimada, sin carencias. Siempre con actividades: ballet,
piano, teatro, inglés. Al terminar la “prepa” enfermé de fiebre tifoidea. Dejé de
estudiar por dos años, pero llevé cursos de cultura de belleza y cocina internacional.
Luego hice la licenciatura de Psicología Clínica en la UNAM. Puse un consultorio. Me
especialicé en drogadicción, alcoholismo y terapia familiar. Trabajé siete años en el
Banco Internacional, hoy HSBC, en Recursos humanos y tres años como maestra en la Universidad del Valle de México.
Mi padre se jubiló, pero se mantuvo muy vinculado a las Guardias Presidenciales y a
políticos de alto nivel. Se dedicó a administrar inmobiliarias y a organizar banquetes
para políticos. Yo trabajé con él, por lo que conocí a muchos de ellos. Me tenían
confianza. Como sicóloga, asesoré a varios en problemas familiares.

Me casé dos veces, primero con un ingeniero agrónomo a los veinte años. Ya casada,
terminé la carrera de Psicología.

Tuvimos tres hijos. Julián, mi esposo, tenía ranchos. Pescó una bacteria en el
pulmón. Murió cuando estaba embarazada del tercero. Fui a vivir con mis papás.
Dos años después, murió mi madre. Mi papá como general autoritario, trataba de
dirigir la vida de mis hijos y la mía. No me quites mi autoridad, le dije, porque los
estoy desubicando. Decidí independizarme. Renté un departamento. Mi padre se
enojó, pero al año entendió y me apoyó, aunque seguía vigilándome. Llamaba a las
dos de la mañana.

Un año más tarde, conocí hombres. Viajaba mucho, no pensaba en casarme, hasta
que encontré a Manuel, abogado laboral. Muy enamorados, nos casamos. Nuestros
hijos se llevaban bien. Con él tuve una vida plena en lo espiritual, lo cotidiano, lo
sexual. Murió en 2017 de un cáncer terminal, ya estando yo presa. Pude verlo antes.
A través de un amigo de mi padre de Guardias Presidenciales, logré que me llevaran
a Cancerología. Me dijo “Gracias Lisa, eres lo mejor que la vida me ha dado”. Me
pidió le cantara una canción. Lo hice al oído y murió. Me desmayé.
Empecé a somatizar. Me canalizaron con una sicóloga. Tenía una depresión
agudizada, melancolía.

No quise saber más de hombres.

En 2004, iba en coche con mi marido, me habían quitado la matriz veinte días antes.
Cuatro encapuchados golpean los vidrios. –¿Qué quieren?– Te queremos a ti. – Me
secuestraron por tres días. Me iban a violar. Les dije –Tengo sida, con poco tiempo
de vida.–Demacrada por la operación reciente, me creyeron. Mi celular sonaba. Los

convencí –Déjenme contestar. Ustedes quieren dinero. Podemos negociar–. Me
dejaron hablar con mi papá. Querían cinco millones. Les entregaron un millón. Me
soltaron, obligándome antes a firmar pagarés a distintos montos, unos al portador,
otros con nombres de desconocidos.

Cuando llegué a mi casa, mis papás ya habían denunciado. Fuimos a la Procuraduría
a ratificar la denuncia. Mientras lo hacía, sonó mi celular. Eran ellos. Querían los
cinco millones. Me dijeron, Amplíe la llamada y ofrezca más dinero. La rastrearon.
Acordamos se los daría en un VIP’S.

Me dieron una bolsa con 500,000 pesos en billetes falsos. Llegué a la puerta de VIP’S.
Había mucha gente. Les entregué la bolsa con dinero falso y me metí al restorán. Se
percataron de que habían judiciales. Empezaron a disparar. Se armó una balacera.
Aprehendieron a cuatro. Otros escaparon.

En la Cámara de Gessel, reconocí a tres. Quedaron detenidos en el Reclusorio Norte.
Ahí les salieron otras denuncias de secuestro. Los llevaron a un penal de máxima
seguridad. “La Prensa” publicó con fotos: “ Burló a sus plagiarios, convenciéndolos”.
Meses después, varias veces entraron a robar a mi casa y a la de mi papá.

Se llevaban alhajas, objetos de valor. Nunca entendí porqué también robaban fotos
mías. Muchas estando con políticos en eventos y en las comidas que organizaba por
encargo para ellos.

Mi papá muere en 2008.

En 2009, yendo en mi coche, me detuvieron doce elementos de la policía judicial. Me
llevaron al bunker central de la Procuraduría. Me interrogaron, sin permitirme
hacer una llamada. –Para quien trabajas? No te hagas pendeja, tienes fotos con
personajes.– me muestran fotos y pagarés firmados. Eran las fotos robadas en mi
casa y los pagarés de mi secuestro. No entendía la relación entre estos, hasta que
quisieron obligarme a firmar una declaración, confesando que utilizaba mis
relaciones con políticos para vender plazas de PEMEX.

Me negué a firmar. Me hicieron pruebas de grafoscopía.

No he tenido ninguna relación con PEMEX, solo era amiga del hijo de un alto
funcionario, al que asesoraba en problemas de sus hijos. Habían fotos con él y su
familia.

La segunda noche fue de tortura. Me desnudaron, me pusieron a cuatro patas, me
colgaron de una viga, me metieron la cabeza con una bolsa de plástico en un WC con
mierda. Me golpearon con la cacha de una pistola en la cabeza. Me dieron una
patada. Me rompieron tejidos. Sangraba. Lo más insoportable es la humillación.
Embarrada de sangre, me trajeron a Santa Martha Acatitla. Llegué con la cadera y la
cabeza abiertas. Aquí me cosieron. Todo esto está en una fiscalía de tortura. De esas
torturas y de las pruebas de grafoscopía, dicen que se perdió el expediente. Se está
comprobando el Protocolo de Estambul. *

Supe después que los secuestradores vendieron a despachos de abogados y a
particulares los pagarés que me obligaron a firmar. Me hicieron varias denuncias
penales por fraude. Mostraban las fotos con políticos. En los careos, los
denunciantes afirmaban que yo les había vendido las plazas, dándoles en garantía
un pagaré. Decían –Le di 50,000 pesos por conseguirme una plaza. Ella aseguró que
si no me la conseguía me devolvería el dinero. Le hice firmar un pagaré. No obtuve
la plaza y se negó a devolver el dinero–.

 

He ganado varios amparos. Otros denunciantes, confesaron que no me conocían. Yo
les decía, deténganlos, porque si me cobran, están coludidos. Varios se desistieron.
Si se demuestra la tortura mediante el Protocolo de Estambul, puedo salir libre.

Apresaron a mi hijo menor vinculado como cómplice. Tenía dieciocho años. Pegan
donde más duele. Está en el Reclusorio Oriente. Pienso fue por venganza de mis
secuestradores. No le han podido probar nada. No me guarda rencor. Es el que más
cree en mi y me apoya. Saldrá libre cuando salga yo. Creo será pronto, con el nuevo
sistema de justicia penal, de juicios orales. Antes bastaba una denuncia para
detenerte. Ahora se exigen pruebas, fundamentos jurídicos. Por eso muchas han
salido. Cuando entré, habían 1800 internas, ahora, unas 1200.

En la prisión, entras al mundo de la soledad. Llegas muy desorientada. Te despojan
de tu mundo afectivo. Sentía que la tierra se abría. Miedo y desconfianza de todo lo
que te rodea. De tener un mundo sin padecer lo económico, compartes una celda con
ocho. No puedes usar una ducha, no dispones de cubiertos, jabón, toalla, de nada. No
tienes acceso ni a pantaletas.

En la celda, siete camas, una mesa con tres bancos. Al fondo una zotehuela con
lavadero y cocineta, un WC, un lavabo, una regadera que no funciona. Se calienta el
agua con resistencias. El agua es tratada. Se te cae el pelo, se manchan las manos. Se
tiene que comprar garrafones para beber. No hay una alimentación adecuada.

Estar marginada en la cárcel, acaba con tu economía, con la vida familiar, social.
Aquí somos como ciegos. Solo tenemos relación con el mundo exterior a través del
teléfono o con las visitas. Yo las tengo espaciadas, de mi de mi hija y mi hijo mayor
que es piloto, él vive en Estados Unidos. Al más chico, que está preso, ya de
veintisiete años, lo visito yo. Nos llevan semanalmente de aquí en camionetas a
visitar a nuestros parientes presos en otros penales.

He trabajado bastante por tener armonía en la estancia. He aprendido a no
mezclarme con problemas de otras. Estoy consciente de que no elegí vivir con ellas,
solo convivo. Somos unidas. Cuando hay problemas, hacemos juntas.

Aquí, donde se sufre tanto, se aprende mucho, para todas es una lección de vida,
independientemente de que seas culpable o no. En este aislamiento, lo que más
tienes es tiempo. Viene la reflexión, el análisis. Primero la melancolía del ayer.
Después, el porqué estoy aquí y para qué. Qué defecto de carácter te llevó a cometer
el error o el ilícito que te condujo aquí. Cortas con dependencias emocionales.

Aprendes a vivir contigo misma. He aprendido la prudencia, a ser humilde, vivir con
límites en todo, superar la arrogancia que tenía.

Muchas están en prisión por proteger a un hombre o ser su incondicional.
Enamoradas del esposo o amante, éste las usa para sus fechorías, lavar dinero, o
prostituirse, o robar. – Ven a cuidarme a unos primos, y resulta que eran
secuestrados. — Mi tío me mandó una “lana”, le di tu cuenta.– Y resulta ser de
extorción. La ley te da la misma sentencia que al que secuestra. Es la dependencia
sicológica y económica el motivo último.

Habré perdido la libertad, pero hago todo por preservar la dignidad.

Leo mucho. Soy asidua a la biblioteca. Diario dedico un tiempo a la oración. Trato de
tener un acto de humildad, de agradecimiento por estar viva. Trato de estar
centrada, Pido luz.

Es determinante el nivel de auto estima, fuera o dentro de aquí. Una clave es
mantenerse ocupada, hacer un programa de vida.

Me levanto a las 5 am. Pongo agua. Mientras se calienta, rezo el rosario; me baño.
hago mi cama, me pongo tubos en el copete; paso lista, me visto, me maquillo. Es
parte de mi imagen, me arreglo para mi misma. Desayuno a las 9, voy a cursos. He
llevado Derechos humanos, ortografía, círculo de lectura, Derecho Civil, Derecho
penal, Adicciones. Con las compañeras, hemos montado seis obras de teatro. Dos de
ellas escritas por mi. Es de mis pocos, pero grandes placeres, sentir que puedes
crear.

Cuando salga, quiero dedicarme uno o dos meses a mi. Checar mi sistema nervioso,
descansar de la presión, el stress. Ubicar que mi vida ya cambió. Concentrarme en
Daniel, mi hijo. Ya serena, la vida me dirá por dónde.

Acerca de Rosamarta Fernández

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