El amor en tiempos de un payaso, un pelele y un aprendiz

“¡La crisis está madura! ¡Contemporizar se convierte en un crimen!
¡Hay que realizar inmediatamente la revolución y tomar el poder, de lo contrario todo se habrá perdido!”
Vladimir Lenin

Han pasado ya 45 días del año en curso y la opacidad en la gestión del Ejecutivo mexicano aumenta. Este hecho no es novedad en la sinuosa y escabrosa historia de nuestro país; la gestión de Enrique Peña Nieto corresponde y embona perfectamente con los preceptos del partido que lo llevó a la Presidencia: ha cumplido con mención honorífica su tarea de ser un personaje servil y prebendista, un perfecto pelele.
Desafortunadamente, desde la formación del México independiente hasta hoy, nuestra sociedad ha sido mezquina en el esfuerzo y el compromiso; por ende, hemos hecho cotidianos el conformismo y la corrupción. Las siguientes frases describen de manera muy escueta, pero clara, lo anterior: “El que no tranza, no avanza”; “Pobre, pero feliz”; “Préstame una lana, mañana te pago”; “No importa que robe, pero que salpique”; “Ayúdame a ayudarte”; “No quiero que me den, sino que me pongan donde hay”; “Es el año de Hidalgo: pendejo el que deje algo”. Y cierto es que después de leer estas frases algunos dirán: “Yo no soy así”, “Yo nunca lo he hecho” o “Yo no tengo necesidad, porque yo sí estudié”. Y como la pretensión de este artículo no es la de generar en el lector un ejercicio de  mea culpa ni la regeneración moral —porque quizá entiendan que la moral es un árbol que da moras—, me limitaré a traer a la palestra algunos pasajes del pasado, en donde también había gente que a través de marchas y plantones se quejaba y no pasaba nada. Actualmente las manifestaciones continúan, pero ahora están legitimadas a través de los paladines del Facebook, Twitter y más, desenmascarando los malos manejos del gobierno, pero igual que en el pasado siguen siendo esfuerzos estériles que no logran el verdadero objetivo, que es la conciencia social.
En los últimos días, un sector de la sociedad, apesadumbrado por temas como la crisis económica, el alza en el combustible y los aumentos en el cobro de servicios, se confronta con otro sector que, por el contrario, muestra un ánimo optimista al estilo Miguel Ángel Cornejo, esgrimiendo que es el momento de apostar por México y los productos nacionales. En último lugar están los que nunca se cansan de explotar, los herederos, la oligarquía que ha sido el lastre de nuestra economía por sus ejercicios de especulación. En resumen, el ambiente es muy convulso y turbio; los gobernantes han comenzado con una campaña exhortando a la reflexión y comprensión, diciendo que el aumento en los precios de la gasolina se debe a que la importamos y no nos explican por qué si se posee el petróleo no lo refinamos. Nos hablan de que el incremento es por el efecto cambiario respecto al dólar, pero ¿y si disminuye el dólar, el costo de la gasolina disminuirá también?
En otro sentido, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, ante la proximidad del funeral del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), comienza a señalar que México debe apostar al mercado interno y la gente debe dejar de alarmarse y gastar su dinero en productos hechos en el país, pero no nos habla de lo endeble de este espacio económico porque México cuenta con cerca de 50 millones de pobres que no son candidatos de consumo. En consecuencia, esa teoría se perfila a ser otro esfuerzo sin sentido. Por otro lado, el secretario de Hacienda, el ajonjolí de todos los moles… ¡perdón! El todólogo José Antonio Meade, a inicio de año nos explicó que el aumento en el precio de la gasolina es para no generar más deuda pero, ¿por qué no nos explica que la deuda pública de este sexenio asciende a 52% del Producto Interno Bruto, es decir, a 8,747 millones de pesos? Pero no todo acaba ahí, porque como medida precautoria a la  alza del dólar, de las reservas federales durante un mes se subastaron dólares. ¿Y en qué ayudó, si casi después de 45 días el precio cambiario de dicha divisa oscila entre los $20 y $22, a reserva de aumentar?
Y en el sector más importante por la coyuntura, en la Secretaría de Relaciones Exteriores encontramos al flamante aprendiz y renovado Luis Videgaray, para dejar en claro que su ominoso desenvolvimiento frente a la visita de Donald Trump en época electoral estadounidense no fue lascivo al interés nacional. Desde Los Pinos, dejando de lado tradiciones como la Doctrina Carranza, que defiende la soberanía y el interés nacional, se dejó también de lado a verdaderos secretarios, como Genaro Estrada, para nombrar a alguien que quiere ser palero del payaso del Norte y entablar pláticas respecto al muro fronterizo y ver si se puede salvar el cadáver llamado TLCAN.
El tratado está cerca de expirar, pero en realidad el crack que está por venir no es culpa de Trump, sino de las gestiones de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y las subsecuentes, porque habrá que recordar que en 1982 (para no variar) México se encontraba en una crisis profunda con tan sólo 180 millones de dólares en reservas nacionales, el desempleo pululaba y las quiebras en la industria nacional eran el pan de todos los días. Con el ingreso al Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles, mejor conocido como GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), en el sexenio de Miguel de la Madrid se buscó generar condiciones igualitarias de la industria nacional frente a la inversión extranjera, que a la postre fue parte de un plan para promover esta última. Carlos Salinas de Gortari continuó con este esquema y tomó posesión en un contexto de inflación, devaluación y estancamiento económico; así, comenzó el proceso de privatización de Teléfonos de México, una reforma monetaria y una política de importación evidente, siendo el TLCAN el pacto que benefició la nueva tendencia.
Hoy, en 2017, es claro que la psicosis esté a pleno, porque México volcó sus importaciones en el mercado estadounidense, con el  81% del total, en tanto sólo 5.1% va a Europa, 2.9% a Canadá y 1.4% a China. La mayor parte de bienes exportados a la Unión Americana no son productos finales, sino intermedios, lo cual habla de que nuestro país, además de volverse dependiente de las importaciones del Norte, dejó la industria nacional de lado para convertirse en una industria maquiladora. Todo lo anterior demuestra que quien se tiró a la hamaca y dejó de incentivar la producción nacional fue México; entonces, que hoy no vengan los personajes mencionados como tristes leguleyos a exhortar a la población a comprar lo hecho en nuestro país, porque ellos fueron los que se olvidaron de México desde hace mucho.

luis
Enrique Peña Nieto/Fotos: presidencia

Acerca de Luis Enrique González Castro

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