El viaje

Lo sabes, te lo he dicho, descenderás  lentamente, poco a poco por un valle brumoso, lejano, muy anterior al pecado original. Tus pisadas se perderán en el lodazal de la incertidumbre, en la acuosidad de las palpitaciones, en el viento polar de las voces tardías, en los bacilos gelatinosos de la imaginación. Seguirás bajando con parsimonia a través de los nueve círculos dantescos, angelicales o demoniacos, nunca divorciados. Verás  los islotes minúsculos de gladiolas olorosas a eternidad, el vuelo tupido de garzas soñolientas de tedio, el naufragio de berberechos sofocados de espanto y la marcha fastuosa de unicornios remotos. Verás más allá del telón vitrificado de jade, aún después del delirio onírico de tu propia mirada, los cuerpos de sal de los que no atravesaron el espejo. Entonces sentirás tu cuerpo abrazado por el estupor de las inclemencias y el goteo morganático de las dolencias. Allá, en la espiral de la conciencia, sentirás la ansiedad desquiciante del amor y el aletear colérico del deseo. Sin embargo continuarás delante de todo lo conocido, en busca de la prehistoria fabulosa de la pasión y del periodo transicional del encantamiento. Llegarás hasta el final de la vegetación exuberante del olvido, entonces te perderás para siempre y hasta el fin último de tu existencia en el mare magnun de la creación embrionaria del sueño.

Coatzacoalcos Veracruz 1982

lodo (1)

Acerca de José González Gálvez

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