La noche de Helver

Una historia de amor más allá de la muerte

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Una vez más la atemporalidad de las estaciones cambia su aspecto para que el día luzca como una tarde  de agonía veraniega en pleno abril. Las personas formadas fuera del Laboratorio Arte Alameda están a la espera de La noche de Helver, una puesta en escena de Ingmar Villqist por parte de Kamerni Teatar ’55 Sarajevo.

En un escenario funesto, se encuentra Carla y Helver en una singular relación familiar  de amor y odio que se desenvuelve dentro de una habitación de cuatro paredes en una ciudad sin nombre en Europa de los años 30.

Una  historia  que trasciende  una mera representación sobre la atmósfera que se vivía durante el fascismo; los personajes se vinculan bajo un clima nostálgico que pondera los tormentos del pasado y que desemboca en una unificación emocional dolorosa y descorazonada entre un muchacho retrasado mental y su madrastra.

“Fuera carroñas”, grita Helver enardecido tras regresar de un mitin que aparentemente apoya al partido Nazi. Con la inocencia de un niño de nueve años que juega con soldaditos y con la elocuencia que sólo un adulto puede tener, le cuenta a su madre que desea enlistarse con Gilbert, un cabecilla del partido. Uno, dos, uno, dos.

En un tumulto de emociones desenfrenadas Carla lo golpea, lo insulta, le vocifera que lo llevará al psiquiatra porque es un hombre estúpido, sólo por haber escondido su pasado: un montoncito de fotos del marido que la abandonó y que le recuerdan la mirada feliz que le ha desaparecido.

La noche llega a su punto, afuera se escucha la gente agitada persiguiendo a los “impuros”; Carla ordena a Helver que escape, es demasiado tarde, la supuesta carroña, de la que ahora es parte no puede esconderse. El público se identifica, se doblega, la guerra también les ha pegado.

En un acto de amor puro, Carla le obsequia una flor de pastillas que lo harán dormir eternamente.

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