Donde el suplicio deja su huella

Esta lágrima atravesada en el cuerpo

Esta asfixia provocada por el apretado traje de la circunstancia

Estas llagas en la espalda de hada mutilada

Estos ojos acribillados de tantos no horizontes

Todo eso es ansiedad –dicen-,

para mí  sólo es descalabro, fin del mundo

Me cansé de los libros, de los amores imposibles

Empieza una nueva era –dicen-, morir o renovarse.

Sólo sé morir a diario, digo yo

El fuego se transformó en un dolor que arrastro

Como vestido ajeno

Nadie quiere comprometerse más allá de cierta hora,

de ciertos lugares imaginarios

Y yo con esta lágrima gigantesca que me devora

por dentro,

con este monstruo aceitoso que viaja en mi cerebro

Terminé cada uno de mis turnos, gasté cada palabra,

cada esperanza

Acabó la fiesta y los infames llegaron por todo,

se roban mis flores, las cartas de amor

que atesoraba,

los manifiestos en los que creía

Balbuceo desde un corazón desmantelado,

desde los tres gramos de mí que sobreviven a todas las guerras

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Acerca de Carmen Saavedra

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