Fabiola

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Roos van der Vliet/ artista de los Países Bajos/ by artnau

(Parte 1)

—De acuerdo, le escucho. ¿Quiere estar sentada o le apetece recostarte en el diván?

—Estoy bien aquí doctora. ¿Sabe? Estoy un poco apenada porque, de lo que realmente quiero hablar hoy suena a chisme, bueno no chisme, más bien me suena a un desahogo de mi parte, aunque claro, la terapia es una forma de desahogarse, ¿no? Sin embargo, no puedo dejar de pensar en ello… la verdad es… la verdad es que me quita el sueño. Esa es la realidad. No consigo dormir bien desde ese día; no logro dormir bien desde el sábado doctora. Le doy vueltas y vueltas. En realidad ha sido un golpe total, un baño de agua helada, una bofetada. Ya lo sé: no existe la justicia en el mundo, pero, esta situación me suena injusta y creo que lo más injusto de una injusticia es vivirla. Bueno, es complicado, es una historia complicada; siempre lo ha sido, pero estoy así por lo sucedido el sábado y, mil preguntas me dan vueltas en la cabeza. Estoy preocupada doctora, tengo ganas de llorar. Si usted los hubiera visto me entendería…

—Fabiola, disculpe que la interrumpa. Desde luego es algo que no suelo hacer y que en esta clase de terapia no debiese suceder, pero, siento, percibo como necesario dar un poquito de estructura a nuestra sesión, a fin de maximizar esta hora de trabajo mutuo.

—¿Usted cree que sin estructura, no lograría mejorar?

—No. Me parece que no expresé correctamente mis ideas. Pienso que, a fin de poderle ser yo —me refiero a mí, María Fernanda, la psicóloga—una herramienta útil en este proceso, me es requerido comprender lo más racionalmente posible aquello que me es compartido en terapia, en nuestras sesiones. En este caso, me ha compartido mucha información, la cual trato de asociar con aquella que me ha compartido en las sesiones anteriores. De ahí, me atrevo a colegir que está usted hablando de su hermana y de este hombre que fue novio o pareja suya y después se convirtió en amigo de usted, de ambas. ¿Es así?

—Sí.

—En general y, basado en mi experiencia, he tenido en más de una ocasión la sospecha, de que este era un tema importante para usted, pero a lo largo de nuestras sesiones, usted, Fabiola,  ha abordado de forma intensa dos temas: la relación con su padre y su carrera profesional, con lo que ambos temas conllevan. Me parece espléndido que por fin abordemos este “nuevo” tema.

—Sí, de forma estructurada. Y, es correcto, se trata de ellos, de Gerardo y Gabriela. ¿Qué quiere que le cuente? ¿Toda la historia? ¿De forma cronológica?

—Quiero que me comparta aquello que usted crea importante.

—Ya. Entiendo. Perdón, ¿me obsequia unos de sus kleenex?, no creo aguantar demasiado. Bueno, por dónde empezar. Mire, este sábado salimos los tres: mi hermana, Gerardo y yo, como solemos hacer desde hace, ¿cuánto?, quizá un año, algo así. Siempre salimos juntos los tres. Parecemos hermanos, pero eso es una gran mentira: él debe ser mi pareja, no mi hermano. Pero no ahora, por eso, ay, qué mal se va a escuchar esto: por eso no lo suelto, porque lo quiero para mí, pero no ahora, un poco adelante. Sería un perfecto esposo. Entonces no lo suelto. Lo involucro en todo lo que sea posible involucrarlo de mi vida y de la vida de Gabriela para que no le sea posible salir con otra persona distinta a nosotras. Tengo claro que debe haber quien quiera salir y andar con él, pero eso no me importa. Me importa lo que yo quiero. Y siempre he pensado en que mi hermana también lo ve así. Le cuento mis planes. A mi hermana. Le cuento como veo el futuro con Gerardo. Mi futuro. Ella se enoja mucho conmigo, sobre todo cuando le cuento mis salidas con otras personas, como por ejemplo Héctor, mi colega en la oficina. Mi hermana es virgen aún —lo cual me parece increíble en pleno años 2017— y yo creo que por eso le asusta bastante que le cuente de mis salidas. Una vez me dijo: <<si se entera Gerardo, jamás regresaría contigo>>, pero doctora, soy muy cuidadosa, no dejo rastro alguno en ningún sitio, cómo podría enterarse y, obvio, jamás pensaría en una traición por parte de mi hermana. Porqué doctora, lo que vi en sábado, lo que pude atestiguar, nadie me lo contó, no. Lo vi en vivo y, pude sentirlo. Cuando bailaron esa maldita canción juntos, me quedé, ¿cómo decirlo?, me quedé de hielo, como una pendeja de hielo. Así. No es traición, es peor que una traición, lo que vi doctora, porque ante una traición una se puede vengar, pero contra eso, no… me quiero morir.

(Continúa…) Ciudad de México, julio de 2017.

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